Capítulo 15: Magia de caramelo

2.8K 277 19
                                    

          ¿Qué decir cuando no hay nada que contar? ¿Por qué había hecho eso? ¿Lo había hecho para demostrarle que no era tan inocente como creía o era porque lo deseaba?

Estoy avergonzada, no se qué decir ni hacer; y él tampoco es que diga mucho.

–¿Sabes que tus labios saben a caramelo? – pregunta Pterseo después de unos segundos de silencio.

Parte de la tensión acumulada la libero y suelto un suspiro, separándome de él.  Supongo que no ha sido importante o eso creo, hasta que de repente siento sus suaves labios sobre los míos; y me quedo conmocionada, no se qué hacer. Mi corazón empieza a palpitar tan rápido que parece que me va ha dar un infarto si no lo detengo.

Pero saben tan bien, son tan cálidos...

Cierro los ojos sintiendo millones de mariposas en todo el estómago, mientras Pterseo me da otro fuerte beso que me hace abrir los labios.

Si las sensaciones hasta aquel momento eran alucinantes, ahora sentía que iba a sufrir un colapso cerebral.  Pterseo apretaba sus puños con fuerza detrás de mi cuello, para acercarme más a él. Mis besos son torpes, descompensados, inocentes; comparados con los de él.

Sin embargo sabía que ningún otro beso se compararía con este. Era la primera vez que sentía algo tan tierno, tan estimulante como esto.

Era mi primer beso.

Cuando nos separamos no sabemos qué decir ninguno de los dos, sólo podemos reírnos tímidamente. ¿Habrá sentido lo mismo que yo? ¿Le habrá gustado?

– Tengo un regalo para ti.– le contesto nerviosa para cambiar de tema, no quiero pensar en el patético beso que le he dado.

Pterseo sabía besar, no era su primer beso, me digo a mí misma con tristeza; por lo que no habrá sentido lo mismo.

Cojo el bolso del suelo que se me había caído y le abro, prendiendo la bolsita que hay dentro.

– Son unos caramelos de miel, para que no tengas que tomarte cucharadas de miel; y sigas sintiéndote especial.–

Pterseo mira la bolsa y luego me mira a mí con dulzura. Lentamente levanto la cabeza y le observo: sus ojos marrones, su pelo mediterráneo... Dándome cuenta cuánto lo quiero y lo mucho que me costaría alejarme de él.

– Muchas gracias, Mel.– dice antes de meterse un caramelo a la boca. – ¿ Tendré que pagártelo con algo? – Sonríe pícaramente mientras se vuelve a acercar a mí, Pterseo ha vuelto.

– Tienes algo en la cara.– le interrumpo acariciando con mis yemas la parte rojiza que tiene en la cara. – ¡Te he hecho daño con mis gafas!, lo siento.– exclamo apesanumbrada.

– No es nada.– dice Pterseo mientras coge mi mano, la besa y la coloca sobre su hombro. – Lo que más me duele es no sentir más tus labios sobre los míos, esa magia cuando estamos juntos.–

– Eso se puede arreglar. – comento acercándome lentamente a él. Y justo cuando vamos a besarnos, me separo y salgo corriendo hacia los quads.

– ¡Pero no he dicho dónde! - exclamo desde la distancia, mientras me dirijo hacia la casa de Pterseo.

Así soy yo, imprevisible; puede que en un momento sea tímida y luego me vuelva atrevida. Ese cambio ha sido gracias a Pterseo, es mi cambio hacia mi verdadera personalidad.

         

           La casa del campo de Pterseo es pequeña, de piedra y tiene mucha vegetación. Se nota que hace mucho que no vienen, pero me gusta; allí nadie nos puede molestar.

Cuando llego a la casa, estoy agitada y no por el beso que nos hemos dado, que también un poco; sino que he tenido que acelerar mi quad para que Pterseo no me atrapara con el suyo. Estoy tan atrapada en mis pensamientos y en la casa, que no me doy cuenta cuando Pterseo se acerca a mí por detrás y me agarra fuertemente de la cintura.

Al instante suelto un fuerte quejido mientras intento soltarme inútilmente. Pterseo acerca su cara a mi oreja susurrándome: – ¿Creías que podrías escaparte de mí? –

- ¿Si?- le digo indecisa.

En ese momento, me gira haciendo que nuestras caras estén de frente. Estamos tan cerca y a la vez tan lejos.

– ¿ Te ocurre algo, Mel? Pareces un poco triste. – me pregunta mientras me hecha un mechón del pelo detrás de la oreja.

Es tan dulce pero tengo miedo, miedo a que me diga la verdad.

– Quiero saber qué has sentido al besarme, porque sé que no es tu primer beso. Y me siento mal, porque sé que no se besar y...– divago intentando no mirarle a los ojos.

– ¿Por eso estás preocupada, por saber si me ha gustado ? – me pregunta retóricamente. – Mel – me dice mientras me acaricia la mejilla. – Puede que no sea mi primer beso, pero como si lo fuera. He sentido algo que nunca ningún otro beso me había hecho sentir.–

– Gracias. –

– ¿Gracias por besarte?–

– No, gracias por ser sincero.– le digo mirándole fijamente a los ojos.  ¡Qué pena que él no me los pueda ver!

Pterseo sonríe y se acerca a mí para besarme; cuando de repente tropiezo al ir hacia atrás y caemos los dos en la vieja hamaca de madera que hay en la pared.

– Serás más atrevida, pero ahora eres muy torpe.– me dice vacilón.

– Creo que eso último me lo has pegado. –

– No, venía de fábrica. – dice muy orgulloso mientras me da pequeños besitos desde el pelo y va bajando hasta mi barbilla.

– ¿Me estás llamando máquina?–

Pterseo rueda los ojos y me mira juguetón mientras me susurra: – Siempre sacas todo de contexto, preciosa.–

– No me llames así, no me gusta. – le contesto con tono serio.

– Vale, pero lo eres.–

Rápidamente intento cambiar de tema mientras me subo a sus piernas y muevo mi melena para que me mire solo a mí y solo piense en el ahora.

–¿Ya sabes lo que quieres para tu cumpleaños?– le pregunto. – Mañana es tu cumpleaños y todavía no me has dicho lo que quieres.–

– Solo te quiero a ti.–

– A mí ya me tienes, lo que necesitas es algo nuevo, algo especial.  Mañana cumples 18 años.–

– Sí,  por lo tanto estaré saliendo con una menor.–

– Por lo que tendría que denunciarte, ¿no?–

– ¡Ah sí! Pues tendré que convencerte.–

Le miro ansiosa, Pterseo tiene los ojos brillantes, llenos de magia; y si pudiera ver los míos, ocurriría lo mismo. Es todo tan perfecto que parece un sueño, pero sé que no me puedo confiar porque esto es una ilusión, nuestra pequeña burbuja. Fuera de ella están los problemas, los conflictos, mis padres.

– ¿Cómo? – le pregunto.

– Con cosquillas.– salta antes de abalanzarse sobre mí y con sus manos en mi estómago provocarme grandes carcajadas.

No se cómo ni porqué,  pero en ese momento se me ocurrió lo que debía regalarle a Pterseo para su cumpleaños. Iba a gustarle a él y iba a satisfacer a mis padres.

Tal vez podía enterarse Pterseo y romper conmigo,  pero es un riesgo que debo correr por mis padres, mi familia y por mí.

Eterno Poder © #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora