Capítulo 8: Monstruosamente bella

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          Medusa, un ser mitológico de la antigua Grecia, violada y convertida injustamente en gorgona con cabello de serpientes y mirada petrificante. Siempre he creído que tuvo un final injusto, ella era una joven inocente cuyo delito fue ser bella. Y cuando la transformaron en ese ser, es normal que tuviera odio.

El mito de Medusa está contado por la gente que tenía envidia de ella, los que la traicionaron; pero yo sé toda la verdad. Y aquí está Pterseo tan cerca y tal lejos del pasado, del futuro, del destino y de mí.

–No, podríamos decir que soy su hija.– le digo. –Pero en verdad soy su descendencia, tal vez es mi tataratatarabuela.–

–¿Entonces ha habido más como tú en la historia?– pregunta Pterseo.

–No muchas, tal vez ha habido una, que tenía mi mismo poder antes que yo, pero nadie más. Este poder está en un gen que tenemos y transportamos a nuestra descendencia, encontrándose uno por cada cien mil hijos como mucho.–

Pterseo no para de mirarme y gritar frustrado balanceándose en la cama cómo un lunático, diciendo: –No puede ser, porqué me tiene que ocurrir a mí. –

– ¿Estás bien?– le pregunto, pero no me escucha. Está enfrascado en su mundo, en sus propios pensamientos.

–No me puedo creer que me haya enamorado de Medusa.–

Cuando lo oigo, mi corazón se detiene, el Universo que tengo alrededor explota y el tiempo se atrasa. ¿Será cierto que me ama? Pero entonces me doy cuenta de algo, que aunque esté enamorado de mí; que no lo creo, no quiere estarlo sabiendo que soy una arpía, una bestia.

– No puedes enamorarte de mí, ¿no? O que ¡soy un monstruo!– le acusó mientras unas lágrimas me recorren las mejillas. Desde que le he conocido no he parado de llorar, tendría que haberme alejado, no haberle conocido.

– ¿¡Qué!?– exclama Pterseo, mientras se levantanta rápidamente de la cama y se acerca a mí. – Eso es falso. No eres un monstruo.–

– ¿Y por qué has dicho que no te lo podías creer?–

– No me puedo creer que haya conocido a alguien como tú.– No le creo, esas palabras parecen muy falsas; o tal vez soy yo que no quiero confiar en él para no creerle.

Su mano me acaricia la mejilla mientras delicadamente me quita las lágrimas. Es tan suave, tan dulce que me lo quito de la cabeza.

–Mel, no eres un monstruo.– Lo dice con ternura, mirándome a donde se supone que están mis ojos. – Eres hermosa y todos los hombres podrían estar bajo tus pies con un solo gesto tuyo.–

– Estarían por miedo– le digo mientras me enjuago las lágrimas. –Lo que no entiendo porqué no me tienes miedo.–

Pterseo se ríe como diciendo obvio.

– Estoy enamorado de ti.–

Silencio. Cada vez que uno de los dos dice algo que el otro no se lo espera hay un silencio atronador. Esa es nuestra relación: preguntas, respuestas y silencio; además de gritos, peleas y aunque menos importante risas, sonrisas y abrazos.

– No puedes enamorarte de mí. Oh Pterseo, soy un monstruo lleno de miedos, odio, angustia y pensamientos. Solo déjame ir y todo estará bien.–

– No me digas a quién tengo que amar y a quién no.– me contesta muy serio. Pterseo me coje la cara con sus manos y hace que le mire a los ojos: – Mel, ahí es donde te equivocas eres especial y tuve la suerte de conocerte. Aunque me vuelvas loco, te convertiste en mi vida y haré cualquier cosa para estar junto a ti; ya que cada vez que estás cerca mío no logro distinguir si estoy es un sueño..

– ¿O en una pesadilla?– le interrumpo.

–¡Porque siempre eres tan difícil! Quería decir que si eres real.–

Estaba a punto de llorar, pero esta vez de alegría. Me estaba convirtiendo en una melancólica, pero es que nadie se había fijado en mí, y esperaba o suponía que nadie iba a hacerlo. Sus palabras eran dulcemente sinceras, de corazón y yo estaba estropeando un hermoso momento.

– Te quiero.–

Nunca sabes reaccionar, aunque hayas visto millones de películas románticas por la televisión, cuando se declaran. Tal vez sea yo la rara, pero no tengo experiencia. He estado toda mi vida en una burbuja y ahora que estoy en la realidad, no se cómo actuar.

Es cierto que siento cosas por él, ¿pero se le puede llamar amor? Tal vez es miedo o salmonelosis. Amor es una palabra muy variada y exigente, dependiendo de cada persona significa una cosa u otra. Según mi madre el amor es un sentimiento que tienes cuando esa persona rompe tus esquemas, te saca una sonrisa con la mínima tontería y no puedes estar lejos de ella.

Me tengo que preguntar a qué tengo miedo. ¿Miedo ha hacerle daño? ¿Miedo a ser rechazado? ¿Miedo a que me deje? ¿Miedo a abrir mi corazón a alguien?

Es cierto que no puedo deslumbrar un mundo en el que ya no esté esa sonrisa a mi lado o esa arrogancia que algunas veces me vuelve loca; pero no quiero sentirme atada a nadie, no quiero que me rompan el corazón.

Pterseo me coje de las manos, me mira y dice: – Mel, te prometo que nunca te harán daño antes de caer yo. ¿Confías en mí? –

Esa era la cuestión, ¿confiaba en él? Pterseo se había abierto y ahora me tocaba a mí. ¿Dejaría a mis sentimientos fluir o los tendría encerrados para siempre?

Tengo una balanza y en ella hay dos ramas, una dualidad: el miedo o el amor; y tengo que elegir.

Eterno Poder © #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora