Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ Vᴇɪɴᴛᴇ.

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Ethan y Oliver cayeron dormidos en cuanto el sol se ocultó y Dievs se mantenía a su lado, cuidando su descanso.

Pasaron el día jugando, corriendo y divirtiéndose en el magnífico campo de rosas y tulipanes.

El Omega estaba eufórico, pues sabía muy bien que aquello era un regalo para él de parte de su Alfa y no había nada mejor que eso. Aquel lugar sería sólo de ellos y nadie podría llegar allí sin su permiso, tendría un lugar para escaparse con sus bebés cuando quisiera, era como un nido, grande y natural.

Su pequeño hijo también era feliz, le fascinaba el aroma de las flores combinado con el Dievs y lo tranquilizaba a tal punto de quedarse dormido de inmediato.

No había ningún peligro al estar los tres juntos.

—Conseguiste una hermosa familia.

Una voz interrumpe el silencio y Dievs ni se molesta en girar para verificar quien es.

—¿Cansado de huir?— dice, soltando una pequeña risa.

—No has cambiado nada.—
El desconocido cruza sus brazos y arruga el entrecejo, disgustado.

—Te equivocas, no soy el mismo. En cambio, tú sigues igual... Igual de idiota.— se levanta y gira para ver la cara del intruso.
—No tienes permitido entrar aquí de nuevo, sólo por esta vez.— aclara con firmeza.

Si su Omega sentía el aroma de alguien más en el lugar que ya declaró como suyo, se sentiría fatal y no quería ver a su pareja sufrir.

—No me interesa, sólo quería saber porque me buscabas.— se acerca un poco y recibe un gruñido de advertencia. Levanta con rapidez las manos y vuelve a su lugar.
—No tienes que desconfiar, no les haré daño.— se deja caer sobre la hierba, sentadose descuidadamente.

Dievs se había vuelto muy cauteloso, ya no confiaba en los demás y no dejaba que nadie se acercará a su familia, menos cuando se encontraban dormidos.

—Créeme, no te buscaría si no fuera importante. Necesito tu ayuda para borrar un recuerdo.

El hombre levanta una ceja divertido y comienza a cortar algunas hierbas por aburrimiento.
—¿Por qué te ayudaría?
Fue tu culpa que yo perdiera a mi pareja y me convirtiera en esto.— se señala a sí mismo y se levanta de forma tranquila.

—Sabias muy bien que no te amaba, te lo dijo muchas veces.— cruza sus brazos.
—En cuanto a lo otro, tú mismo me lo pediste.— se coloca en frente de su pareja e hijo y señala su propia cabeza.
—Quisiste que probara en tí mis poderes, te dije que no y aun así seguiste insistiendo.—
El Alfa se mantenía serio, su último encuentro no termino muy bien y él aparecía, tratandolo como si no hubiese hecho nada.

Levantando su cabeza y mirando el cielo, el desconocido se deja caer al suelo y su caída es amortiguada por el suave pasto.
—Quizás sea cierto lo que dices, ya no me importa. Quiero pedirte algo tambien.

—¿Qué es...?

—¿Dievs?— Ethan se sienta aún con sus ojos cerrados y en su rostro se forma una mueca de desagrado.

El Alfa se apresura a colocarse a su lado y al estar más cerca, su nariz cosquillea por un segundo dejándolo anonadado. Vuelve a reaccionar al escuchar un quejido y abraza a su Omega hasta que cae dormido de nuevo.

—Vete, nos encontraremos en otro momento.— ordena en voz baja.

El hombre los observa en silencio por un momento y luego se levanta dispuesto a irse, pero su mirada se dirige hacia el pequeño niño dormido. La sorpresa pasa por sus ojos y sonríe antes de despedirse.

Dᴇsᴛɪɴᴏ. ·Segunda Parte·  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora