Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ Nᴜᴇᴠᴇ.

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El Omega se desplaza tranquilo por aquel desconocido bosque. A pesar del desnivel del suelo y de las ramas caídas, sus pasos y voz eran firmes mientras canta una canción de cuna para su hijo, quien está acurrucado contra su pecho, en su forma de lobo.

Las patitas de Oliver aún están  sanando. Sin embargo, la tristeza de haber estado separado del Omega había desaparecido, dejando lugar a una felicidad inmensa.

Los bicolores ojos del Omega recorrían cada rincón de aquel lugar, alerta.
Si bien confiaba en las palabras de su Alfa, había criaturas que no lo reconocían o no sabían quien era Dievs.

O al menos, eso piensa Ethan.

Todos los animales, gracias al rumor de su muerte, sabían quien era. Y no sólo eso, el aroma del pequeño Omega seguía mezclado con el de Dievs, ningún Alfa se atrevería a acercarse.

—Mi dulce bebé, duerme... Duerme... Viaja al mundo de los sueños que mamá te protegerá... Te cuidará para que tus sueños sean dulces y cálidos... Sin  lamentos despertarás...— la suave voz de Ethan resuena por el bosque, rompiendo el triste silencio.

El sol brilla más que nunca y algunas criaturas, solitarias y curiosas, se acercan a escuchar la delicada voz.

–¡ETHAN!

El grito espanta a todos, más al Omega que brinca y gira asustado hacia donde escuchó su nombre. De entre los árboles, un agitado joven de blancos cabellos aparece junto a un lobo.

—Dije que... Que iríamos contigo.— dice entrecortado.

—Creí que volverían a casa.— responde en voz baja, aún sorprendido.

—Claro que no, no te dejaremos solo. El cachorro está a nuestro cuidado y ahora tú también.— afirma llegando hasta el pelinegro, sus brazos lo aprisionan en un cálido abrazo.

—Gracias, les debo mucho por haber cuidado a mi bebé.— susurra, con su voz comenzando a quebrarse.

Lían sonríe y deja un pequeño beso sobre la frente del pelinegro. El Omega lobo era unos centímetros más alto que él.
—Neithan dijo que tu aroma es un poco fuerte para él, así que irá a unos metros de nosotros.— dice levantando sus hombros y girando a ver a su Alfa. Éste inclina su cabeza en gesto de saludo.

Ethan asiente confundido y sonríe, comenzando a caminar de nuevo con el brazo del peliblanco enredado con el suyo. Oliver no daba indicios de querer despertarse, ni siquiera por el grito de Lían.

—Ethan, ¿puedes seguir cantando?— pregunta mirándolo con sus brillantes ojos ámbar.

Ethan asiente y su canto comienza a fluir de nuevo.


Ethan asiente y su canto comienza a fluir de nuevo

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Dievs observa el paisaje frente a él.

O eso parece.

Sus ojos están clavados en el horizonte, pero su mente ya no está allí. La oscuridad y el murmullo del agua eran su única compañía. El tormento de no poder dejar de pensar ya lo tenía cansado.

Dᴇsᴛɪɴᴏ. ·Segunda Parte·  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora