Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ Vᴇɪɴᴛɪsᴇ́ɪs.

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—¿Vas a dejarme entrar o no?—
Kristiāns sigue "flotando".

Se dió cuenta que, mientras más alzaba la voz, menos escuchaba el Omega. Por eso, tuvo que suavizar su actitud y tono.

—No, no puedes pasar.— el Omega ya se había colocado ropa y a su hijo también. Dievs les dejo un cambio a cada uno.
—Oliver no te quiere y yo aún no se tus verdaderas intenciones. Espera a Dievs.— su comportamiento era tranquilo, tenía a su hijo en sus brazos y no quería inquietarlo.

—Pero... Pero, ya te dije que mi intención no es lastimarlos. Sólo quiero que ese idiota hable conmigo y solucionar nuestros problemas.

—Entonces lo esperaremos.— dice, sin darle oportunidad de responder. Agarra la mano de Oliver y lo guía por el lugar, mostrándole cada detalle.
—¿No es aún más hermoso ahora?— le pregunta, agachándose a su lado.

—Si, mamá. Las estrellas se reflejan en el agua.— el niño lo abraza y frota la nariz contra su cuello.

Ethan ríe por las cosquillas y Oliver continúa, riendo también.
—Que extraño, hoy tendría que haber luna.

—De eso quería hablar contigo, pero cómo no me dejas entrar.—
Kristiāns cruzó sus brazos y los mira.
—Te quería contar la historia de la luna y el océano.

—Ya sé la historia, Dievs me la contó.— aclara, sentadose y también mirándolo.

—Mamá, iré a jugar con las flores.— Oliver deja un pequeño beso en la mejilla de Ethan y se aleja corriendo.

Observando todo, el moreno no puede evitar sentir un poco de envidia.
"¿Por qué tanto afecto?
¿Cómo pudo contarle todo?"

—Amaris era una joven beta, su temperamento era tranquilo, pero su terquedad y amor la llevaron por mal camino. Se enamoró de un joven que no podía tener, un Omega de nombre Denis. El Omega no la amaba, pero la insistencia de Amaris y su dedicación por conquistarlo, lo llevó a aceptarla como pareja. Ambos eran de mundos diferente, la beta amaba su libertad volando mientras que el Omega recorría los océanos sin ataduras. La familia del Omega, al enterarse que su hijo dejaba el agua para verse con ella, se opusieron por completo a su unión y le rezaron sin descanso al antiguo Dios. Después de un mes, el Dios llegó a ellos diciéndoles que no podía hacer nada, ya que ambos se amaban y no estaban dispuestos a dejar su relación. El tiempo pasó y ambos decidieron unirse por completo, pero Amaris era una beta, no podía márcalo y crear el lazo irrompible que se forma entre Alfa y Omega. Por temor de que otro Alfa marcara y se llevara a Denis, Amaris decidió llamar al Dios. Le rogó para que la ayudara a cambiar su destino y su género.—
Ethan mira las estrellas mientras relata la historia.

—El Dios no lo hizo.— sigue Kristiāns, también mirando hacia el cielo.

—No eran almas destinadas, simplemente Amaris se había enamorado profundamente del pequeño Omega, y Denis lo hizo con el tiempo.— Ethan saluda a su hijo con una sonrisa.
—Por esa razón, el Dios no le concedió el deseo. Amaris se enojó mucho y lo amenazó con matar a todo aquel que intentara cortejar a su pareja, eso enfureció al Dios y la castigó. Le dió el cambio que quería y por consecuencia, Denis también sufrió el castigo.

—La transformó en la representante de la luna y a Denis del Océano, ambos se verían, pero no podían acercarse. No podían estar juntos.— el moreno suspira y cubre sus ojos.
—Fue un gran castigo para Amaris, todos podían sentir y tocar a Denis, menos ella.

—Amaris lloraba día y noche, le pedía perdón a su pareja por haber llegado tan lejos. Denis nunca la culpó, conocía a la beta y sabía que ella era incapaz de lastimar físicamente a alguien más, la amaba tanto que era incapaz de sentir rencor.— el Omega baja la cabeza y sonríe con dulzura.
—Dievs sabía que no podía devolverlos a lo que eran antes, pero cambió un poco el castigo. Le dió a Amaris y a Denis la habilidad de llevarse y cambiar la vida de aquellas almas que llegaban a ellos pidiendo consuelo. Les permitió verse por unos días...

Dᴇsᴛɪɴᴏ. ·Segunda Parte·  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora