El Chico Tonto

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23 de Diciembre 2012

En la soledad de mi casa te escribo una nueva nota, sediento de tu amor, cariño mío.

Y justo detrás de las hojas, mucho más allá de su caer al soplar. Me he quedado hipnotizado, pensando en tu mirada. Más alla de la belleza de la primer risa de un bebé, me he ido y he caído, he querido apreciarte como la noche aprecia el día, y el día a la noche.

Te he soñado con tanta insistencia que las sábanas de mi almohada están calurosas y húmedas. Y cómo no hacerlo, si cada que pienso en ti vida mía, mis ojos se ilumian y comienzan a gotear, como lluvia en primavera. Pero tengo que mantener la calma, y mostrar a un chico del cuál no estoy familiarizado.

A uno que no reconozco.

¿Pero que me queda?

No quiero asustarte, no quiero que después de tanto esfuerzo todo se venga abajo. Podría apreciarte desde lejos, como la belleza de una hermosa rosa roja, una rosa intocable.
Porqué al instante de tocarla, el hechizo quedaría roto, porqué al intentar tocarla te quedan espinas incurables, que quedan para siempre en la memoria, justo ahí.

Y no quiero hacer eso, no quiero, porqué habría consecuencias irreversibles, para mi pequeño corazón de pasa. Pero hay algo en mi que anhela tener esperanzas.

Hay algo en el fondo de mi estúpido corazón que anhela estar equivocado. Que anhela estar en lo incorrecto, para vivir algo que en el fondo es imposible.

Para vivir la locura de un amor junto a tu lado, la locura de una casa en el campo, con césped rodeando nuestra cabaña. Con un perro haciéndonos compañía y quizá un par de retoños nuestros haciéndonos imposible la hora de la siesta.

Ahí, a ti y a mí.

Rubio y azabache, siendo uno solo.

La historia de un romance que crece desde la juventud, hasta el envejecimiento. Esa historia que me encantaría tener, las anécdotas que me encantaría contar a mis nietos, a mis futuros hijos. Nuestros.

Sería estupendo.

En cambió, estoy aquí, escribiendo en una pequeña habitación plana de un color aburrido. En la compañía de muebles sin vida, y de una espectacular vista nocturna. Quizá dejar de escribir sería lo mejor, quizá dedicarme a ver la belleza de una noche me vendría bien. Pero no habría diferencia, no la habría.

Porqué a final de cuentas estaría observando la luna, y te estaría imaginado. Estaría imaginando tu rostro nivea, tus largas pestañas negras moviéndose al compas de tus preciosos ojos perlas. El colorete intenso que hay en tus mejillas cada que te avergüenzas, cada que dicen algo que te hace apenar. Tu pequeña nariz que se mueve muy gracioso, cada que haces un puchero. Tu mi bella dama, de largos mechones azabaches, que me hacen pensar en lo larga que es la noche y tus hermosos labios que parecen ser un par de cerezas frescas.

Un tonto enamorado de tu belleza, un tonto enamorado de tu intelecto, de tu forma de ser, de tu carisma, de tu sencillez.

Eso soy un tonto.

Porqué sabe muy bien que no puede tener todo en la vida, y menos tu amor. Soy esa clase de tonto que logra mojar la manga de su suéter cada que ve un acto de bondad, que ve que un perrito es abandonado, que ve que un gatito es la única compañía de un viejito. La clase de tonto que es capaz de llorar por todo, y que ha sido llamado toda su vida como su nombre lo dice “Un llorón”.

Soy un tonto que se maravilla en el bajar de las hojas en temporada de otoño, la clase de tonto que se siente el hombre más feliz del mundo cada que puede ayudar al más desafortunado. La clase de hombre que perdona una y mil veces, y no guarda rencor, aquel que desde su infancia le llamaron “Mar***” solo por ser diferente a los demás.

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