El chico de la camisa roja.

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Lo veía en la universidad, con su potente estatura. Piel bronceada, cabello rubio y ojos celestes, era un chico popular. A los que generalmente odiaba y huía, su voz era gruesa y seductora, hacía lo que quería en cuanto lo deseaba. Los maestros tenían una cierta preferencia al niño mimado, a pesar de estar constantemente en charlas burlescas con sus amigos, llegadas tardes al salón y una gran afición por estar todo el tiempo en el teléfono. 

Sacaba buenas notas y siempre estaba al corriente de las clases, era el mejor de la clase. De hecho, y me hacía enfurecer, no era una chica envidiosa. Pero tenía cierto resentimiento con mis maestros, yo era la chica aplicada, la que llegaba quince minutos antes de cada clase, la que entregaba puntualmente sus trabajos y ponía alma y corazón a cada nota. En cambio, mis calificaciones no eran buenas, eran extremadamente bajas y me hacía enfurecer, lo odiaba. A él y a su odiosa voz, a él y su enorme contextura, a él y su estúpido sentido del humor. 

¡Lo detestaba! ¡Me asqueaba su sola presencia!

Yo sabía que era el típico bravucón, al que debían de amar por su dinero. Un estúpido macho que era respetado por su economía, el típico chico amante de burlarse de la clase baja, el típico hombre juicioso. Prepotente, insufrible, niño mimado, hijo de papi y mami, bueno para nada. Los adjetivos y las referencias hacía él podrían seguir durando y estando ahí, por mucho tiempo, ya que mi lengua se secara y mi cabeza doliera de tantos sobrenombres por inventar. 

El punto, es que lo detestaba. Odiaba todo de él, era un presumido y un idiota, lo peor de todo es que hoy me tocaba limpieza con él. 

¿En la universidad hacemos limpieza?, bueno.. Aparentemente en la mía sí y me tocaba como compañero ese ser insufrible, benévolo, asqueroso, rastrero, insoportable, mediocre, imbécil.

—Hinata, Kakashi dice que limpiemos ya. La clase 2-B debe pasar en una hora. —Me dijo aquel ser repugnante que tanto aborrezco. 

Maldiciendo en voz baja por tan poca suerte, me di la vuelta dispuesta a ignorarlo todo el tiempo. Entre al salón, observando la suciedad de la enorme sala. Se supone que estaba prohibido dejar basura en el piso, pero había personas que no habían caso a las advertencia. Papeles tirados debajo de los escritorios, cuadernos olvidados en las sillas, suciedad en los bancos y polvo en las ventanas. Quería gritar, todo era un caos y la cosa prometía no terminarse a la ligera, odiaba este día. Hubiera estado bien para mí haberlo limpiado yo sola, podía, había hecho cosas peores que esas. Pero no quería estar tanto tiempo con aquel hijo de papi, su sola presencia me hacía marear, quería salir corriendo.

 —Yo recojo los papeles y barro el piso. Trapea tú y termina de recoger las libretas y las cosas que se les olvidaron, puedes dejarlas en el armario nadie entra ahí. —Explique sin verlo, lo menos que hablara con él y estuviera frente a él mejor.

—Por supuesto, por mí está bien. —Me confirmo. Como si yo le hubiera hecho caso, aunque se hubiera negado, ¡Ja! Imbécil. 

Levante los papeles, termine de barrer y lo ayudé a acomodar las libretas perdidas en el armario, que solamente utilizaban los maestros. Él me miró en el proceso, con duda en su feo rostro, sus marquitas de gato se giraron graciosamente por su bronceado rostro y sus cejas rubias se fruncieron acorde de sus labios en una mueca confusa. Quise reír de lo tierno que se veía, pero se supone que no debía, lo odio. No tiene que generar otros sentimientos en mí.

—¿Cómo tienes la llave del armario? Intente que Kakashi me confiara la llave, pero nunca me la dio. ¿Cómo la conseguiste? —Él me miró con ojos acusadores y voz tosca. Por eso lo odiaba, solo creía ser el centro de la tierra, que todo gira en él y que conseguiría todo lo que tuviera con alzar un solo dedo. Es un imbécil.

One Naruhina ❤ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora