Encontrarte.

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Ahí estaba yo observando otra vez su coleta azulada ondearse por el viento, tan libremente. Aquel suave cabello olor a frutos rojos que acaricie y olí con entusiasmo en el pasado, su figura tan esbelta y llenas de curvas frente a un enorme aparato de café instantáneo, metida bajo un uniforme de doctora. Nos volvemos a ver después de nuestro último día en la universidad y me preguntó sí aun se acuerda, si me recuerda, si nos recuerda.

Deseche mis guantes manchados en sangre y mi cubre bocas con aroma a menta, en un cesto cercano. La sonrisa perduró en mi rostro mientras me acerque a su lado, el olor a frutas me llenó y intente aparentar seriedad cuándo escuche su voz en el teléfono. ¿Con quién hablaba? ¿Quién era esa persona para hacerla reír como lo estaba haciendo en estos momentos? ¿No se daba cuenta que me hería?

La seriedad perduro en mi sistema y la sonrisa pasada se esfumo, no había nada más. Así que me agache y tomé su café sin siquiera inmutarme, el primer sorbo me supo a gloria y triunfo, me vio y por un minuto aquella boba sonrisa suya en el teléfono se había esfumado. Su atención estaba en mí y solamente mí, cómo debía de haber sido aquel último día. 

—Está bien mamá, te llamó luego. —Habló—Tengo que irme.

Su atención estaba en mí, y su figura agachada ansiosa por el café, se levantó. En una postura molesta y dudosa, con su cabello lacio como la seda volando al compás de sus movimientos y el aroma a frutas burbujeando a nuestro al rededor. —¿Doctor Naruto? —Me preguntó. 

Y mi corazón brincó de jubilo y reconocimiento. Aquella voz sedosa era igual cómo la recordaba, dulce, majestuosa y muy respetuosa. —Doctora Hyuga Hinata, cuánto tiempo. —La saludé sin despegar mis ojos de los suyos perlados. 

—Lo normal sería desde la universidad, pero puedo recordar a un bribón robándome mi café hace unos instantes. —Recordó— Así qué puedo decir que no mucho tiempo, ¿Qué haces aquí?

—Trabajo aquí. —Contesté.

—¿Fuiste transferido aquí? —Preguntó asombrada.

—Hace dos semanas. —Afirmé yendo directamente a ella, quién retrocedió dos pasos en cuánto sintió mi postura acercarse. Tersa, evasiva y muy nerviosa.

Esas eran sus facciones en estos momentos y entre más me acerqué, más me emocioné, más me sentí dichoso. Aún lograba descolocarla, aún tenía ese poder en ella y me alegraba demasiado. Sus ojos desviados, con la pupila más grande de lo normal y su rostro bañado en un prominente sonrojo me dio gracia. 

—¿Con leche o sin leche? —Pregunté depositando las monedas para su café.

Su rostro levemente colorado, bajó de intensidad y fui testigo de su cambio de humor. Echándose aire con ayuda de sus manos temblorosas y acomodándose el cabello con una sonrisa tímida, mi rostro poco a poco se alejó del suyo y el suspiro que salió de sus rosados labios me aturdió. Pronto me encontré arrinconándola nuevamente entre mis brazos y la maquina de café, su rostro rojizo cercano al mío y mis ojos celestes hipnotizados por los suyos perlados.

Ella intento alejarse, intento zafarse de mis brazos duros. Pero no la deje, en cambió me acerque más hasta rosar nuestras narices tibias debidas a la previa actividad física que nos mantenía como médicos. Piel con piel, labios casi rozándose y frente a su perlada piel una capa de sudor corría por sus cienes. Mi bata medica se movía por el aire debida por la fuerza que ejercía sobre mis brazos, alojados a los lados de su pequeñita cabeza. Debía estar preocupado, asustado de que alguien nos llegara a ver y nos costara nuestra licencia médica, en cambio no lo estaba.

One Naruhina ❤ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora