La Reyna Perdida

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Él estaba ahí, con su deslumbrante armadura y sus rubios cabellos sueltos al viento. La pradera era enorme a comparación de nosotros, suelta y pequeña me sentía.

Era una chica insignificante ante sus ojos oceánicos, y como no serlo. Mi nombre era Hinata Hyuga, huérfana de providencia y dejada en las puertas de su hogar como una sirvienta. No me quejaba de ser lo que soy, por supuesto que no, era mucho mejor que vivir con hambre y sed. Más sin embargo, la duda y el anhelo me embriagaban.

Él era completamente diferente a mí, un cabellero elegante y educado, de una familia de buena cuna. Hijo del Lord Namikaze, caballero de Konohagaruke y Laidy Uzumaki de la Arena. Yo no sabía sí tenía familiares vivos, no tenía un título, ni un apellido.

Nadie.

Pero ahí estaba yo, enamorada del grandioso sucesor del Lord Namikaze, ahí estaba Hinata siguiéndolo y anhelando en las noches.

¿Cómo sabía mi apellido?, una simple palabra: —Nana—.

Abuela Tsunade; o mejor dicho la señora Tsunade. Era mi mentora, desde el día en que entre por aquellas enormes rejas cristalinas. Tan solo cómo una niña de tres años y para una chiquilla de esa edad, era tan regular recordar ciertas cosas de su pasado: Olores, sabores, rostros conocidos y voces, sobre todo.

Pero, para mí gusto, era totalmente lo contrario y a mi edad ventiañera no tenía el placer de retener la información esencial para solventarme día con día. No recuerdo absolutamente nada de mis padres, incluido ni el día que llegué aquí. Nana asegura que tuve unos y que quienes me habían encargado a ella, eran amigos íntimos de Lady Uzumaki, más sin embargo no creo en ello.

Nana mencionó que mi nombre venía de mi madre, pero era todo lo que sabía.

Así que nana me crió y me ayudó a ser lo que soy hoy en día, le tengo un cariño inmenso y un amor fiel. Nana ha sido mi figura materna en mis momentos culminantes, incluso sabe de mi alocado enamoramiento por el señor de la casa.

Naruto Namikaze de Uzumaki, el caballero más dulce del pueblo.

Quién veía a todos por igual y su inmensa sonrisa llegaba al corazón hasta de la dama más infeliz del mundo. Su bondad y sencillez transpasaba las fronteras lejanas y tantas eran sus virtudes que era una completa mentira abogar sus puntos bajos. Él era un hombre completamente diferente a todos los "caballeros" que tenía la desgracia de conocer, leal, fuerte y decidido.

Namikaze sería un excelente Lord en un futuro.

Aunque su enamoramiento recalcaba una historia larga de páginas y páginas, cabía aclarar que tenía fundamentos favorables a su favor.

Iniciando por su primer encuentro; Aquella noche tormentosa, dónde cruzaba el pasillo tan solo con una manta enrollada en los hombros y unas intachables ganas por un vaso humeante de leche fresca.

Las luces de las velas colgantes habían desparecido en un murmullo tenebroso y su juicio tranquilo se había disuelto tan rápido como llegó. Sus gritos resonaron a lo alto del pasillo y una figura amarilla resurgió detrás de las sombras. El pequeño Naruto se había acercado a presenciar tal escándalo, trayendo consigo una pequeña veladora en un platito de plata.

—¿Te encuentras bien? —. Me había preguntado.

Mis ojos se levantaron igualmente de asustados, presenciando la pequeña figura frente a mí. Unos ojos azules cómo el cielo me veían con curiosidad y intensidad, ví las nubes y el mar en sus iris, llamándome en silencio.

—¿Quién eres tú? —. Le preguté separando mis brazos de mi cráneo, aguardandolos contra mis caderas.

Él chico se acercó a mí sentándose frente a mí, extendiendo una mano para tomar la mía en un saludo amigable que bien era correspondido por mí. Su sonrisa se extendió por su rostro y las marquitas de sus mejillas llamaron más la atención.

One Naruhina ❤ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora