Capítulo 7: Golpe de realidad

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                          CAPÍTULO VII

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                         CAPÍTULO VII

Las semanas pasaron, al igual que las emociones, y finalemente me encontré siendo cercana de una persona a la cual no conocía en persona.

Con el tiempo fui descubriendo su personalidad interior y averiguando el por qué de sus actos. Por lo que me había dicho, la vida no se lo puso fácil, ni si quiera cuando alguien de su familia falleció, al igual que en la mía. Había sufrido continuos rechazos por parte de su familia, de sus supuestos amigos y conocidos.

Casi sin quererlo, me sentí identificada con él como jamás lo había hecho con otra persona en toda mi vida. No se asustaba de mis comentarios ni pensamientos, si no que los comprendía, tenía el mismo punto de vista del mundo que siempre había tenido en silencio y aceptó sin problemas aquella oscuridad que surgía de alguna parte de mi interior, en vez de huir al momento como muchos habían hecho.

Las pocas personas a las que les había revelado mi trastorno habían decidido huir, ya fuese disimuladamente o de manera inmediata. Pero él ni si quiera se había asustado.

O al menos eso parecía.

La sensación punzante de alegría que sentía cuando me escribía cada vez se volvía más intensa, y mi lado racional trataba de ignorarla y hacerla desaparecer, porque no conocía a esa persona y era peligroso, pero esa atracción no se iba por mucho que me molestase.

Valoré la opción de que fuese alguien del instituto. Esa gente no tenía vida propia y ya habían sido varias las veces que había ocurrido algo parecido con otros estudiantes.

Pero, ¿cómo iban a ser ellos si mi perfil era anónimo sin foto de perfil?

También podría ser un hombre de cuarenta años o algo por el estilo, por lo que en caso de que así fuese, por mucho que sintiese, había decidido no revelarle mi ubicación exacta y fingir que vivía en una ciudad horas de distancia de la mía, casi en la frontera.

Inglaterra era lo suficientemente grande como para que no me encontrase, ¿no?

Mi familia era originaria de España, del Norte, pero habíamos decidido mudarnos cuando yo tenía cuatro años a este lugar puesto que le habían ofrecido a mis padres unos mejores trabajos en este país.

Mi teléfono resonó sobre mi mesita y negué con la cabeza, dejando por unos instantes mis estudios de lado.

—"¿Algún día me dejarás llamarte por teléfono? Me gustaría escuchar la voz de la persona que no para de molestarme."

Tardé varios instantes en responder.

—"¿Qué no paro de responderte? Está bien, no te hablaré más".

Casi lo pude escuchar reir al otro lado de la pantalla.

—"Era broma idiota, ¿pero por qué no puedo llamarte? No ignores mi pregunta".

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