Capítulo 10: Aislados del mundo por una sola razón

154 24 31
                                    

                     CAPÍTULO X

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

                     CAPÍTULO X

—¿Casa rural o ciudad? —Ciudad.

—¿Vistas a la montaña o vistas al mar?

—No lo sé, un poco más a la montaña.

—¿Pisos pequeños o grandes?

—¿Me estás intentando sonsacar dónde vivo? —cuestioné con el ceño fruncido—.

—¿Tanto se nota?

Asentí con la cabeza.

—Bueno vale, entonces, ¿dónde vives? —volvió a intentar. Alcé mi rostro con una sonrisa de agrado fingida.

—Para tí, frente al cuartel de la policía —canturreé con una divertida burla, y le lancé una patata a la cara.

Quiso lanzarme una como venganza en un impulso, pero pareció darse cuenta de algo y volvió a su sitio.

—Mierda —susurró, como si tuviese que decidir a qué ser querido matar—. No quiero desperdiciar ninguna.

No pude evitar que una carcajada saliese de mis labios.

No sabía cómo ni en qué momento de la noche, pero por alguna razón había acabado en un local de comida rápida con Alejandro, el chico que acababa de conocer hacía unas tres horas, a las diez de la noche.

Llevábamos más o menos una hora y media en este restaurante de comida rápida, en el interior, ya que Alejandro había tenido el arrebato de pronto de querer ir a un local del estilo y me había arrastrado con él sin darme tiempo a protestar.

Me recosté en mi asiento, una especie de sofá de cuero rojo pelado para observarlo. Habíamos evitado de todas las maneras posibles hablar de nuestros temas personales, para no incomodarnos el uno al otro, por lo que habíamos llegado a este punto. Fijé mi mirada en cómo intentaba poner una patata sobre la otra con suma concentración. Sus ojos verdes quedaban ocultos por la mata de pelo al hacerlo, y una carcajada volvió a salir de mi boca cuando la torre se le derrumbó por completo.

El chico del McDonald's nos miraba con desagrado mientras fregaba el suelo y le murmuraba algo a su compañera. Me volví hacia mi acompañante.

—Alejandro —alzó la cabeza ante mi toque de atención, que tenía un tono algo inquieto—. Deja de comportarte como un niño de cinco años.

Apartó hacia un lado el envoltorio de su hamburguesa.

—Es lo que pasa cuando no tienes infancia.

Su tono era normal, tranquilo, común, se podría decir que hasta feliz, pero nada en esa frase lo era. Quise responder, pero cuando reaccioné, me cortó hablando con la boca llena.

—Ultimamente me he interesado por los videos de curiosidades.

—¿Te refieres a los de cosas normales o a los turbios? —pregunté ya asustada, mientras daba un bocado de mi comida.

ExhalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora