Capítulo 20 : Lienzos de pintura azul

64 13 2
                                    

(MARATÓN 1/2)

CAPÍTULO XX

—Ve a dar una vuelta y luego vuelve a ver el cuadro. A veces, hay que descansar un tiempo para poder ver nuestras propias imperfecciones con objetividad.

Despedí al último alumno de primero mientras limpiaba mis manos en el delantal blanco. Había logrado conseguir trabajo en el instituto ayudando a los alumnos del aula de artes, pero aún no había podido dibujar por mí misma en mi propia obra. La puerta sonó y el joven de la mañana pasó por ella.

—Pasa, Kenneth.

El chico se aproximó a mí y dejó su lienzo sobre la mesa. Maravillada, repasé el retocado, las luces y sombras y negué con la cabeza.

—Es increíble.

Me acerqué a él dejando todos los folios de dibujo sobre la mesa. Los dulces rayos de Sol dorados se colaban por las ventanas de cristal, llenándola estancia de vida y bañándola en un tono anaranjado precioso.

—Me preguntaba si querrías venir conmigo al baile.

El baile de mañana sería celebrado por la insistencia de los alumnos ante la idea de una fiesta americana. De pequeña siempre quise presenciar un baile adolescente. Posiblemente hace un año le habría tirado un zapato a la cabeza a cualquiera que me lo dijera, pero ahora, la idea no me disgustaba.

—¿Demasiado directo? —preguntó ante mi silencio.

—De acuerdo —sonreí.

—¿De acuerdo?

—De acuerdo —reí.

El chico frunció el ceño.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó con suavidad—. ¿Acaso hay alguien más?

—No, no es eso, es que... aún no me olvido de una persona.

—¿Un chico?

—Un chico —suspiré.

Se atrevió a acercarse y tomar mi mano entre sus dedos. Me encogí y mi corazón comenzó a palpitar más y más rápido.

—Sé que es probable que siempre te acuerdes de él, sea quién sea. Pero yo intentaré quitarte su nombre de la cabeza. En realidad... yo también estoy en las mismas —pensé si decirle que ni siquiera sabía su nombre, cosa que sonaba patética. Él continuó—. Si está en mi mano, me esforzaré porque te olvides de él.

Le devolví la sonrisa, algo nerviosa. Debía admitir que esa frase me dio un poco de... vergüenza.

—Muchas gracias.

El joven asintió con una sonrisa y salió de la sala. Al retroceder hacia atrás, volqué sobre el suelo todos sus dibujos.

—Mierda... —maldije por lo bajo. Lo peor que podías hacerle a un artista era tirar por el suelo sus obras.

Los tomé entre mis manos para colocarlos sobre la mesa, con la esperanza de no haber destrozado ninguno. Fue entonces cuando mis dedos encontraron un dibujo que captó su atención. Sentí que algo se removía en mi interior mientras lo veía. El corazón se me subió a la garganta y, me impactó tanto, que caí de rodillas sobre el suelo.

En él aparecían dos niños sentados en un tejado, apoyados contra una ventana de madera gris. El pecho se me encogió al ver el cabello ondulado oscuro de la joven, batiéndose al viento con fuerza mientras una tormenta se desataba en lo alto del cielo. De inmediato la reconocí como la ventana del orfanato. Mis ojos viajaron hacia la firma, desesperados, por la falta de aire. Pero allí tan solo se encontraron con un rayo ligado a una letra que no pude reconocer porque mis dedos habían emborronado su esquina. Maldije en alto y traté de memorizar la figura del joven, la anchura de sus hombros, el brillo pálido de su cabello.

El tiempo se paró, y temblé mientras sujetaba aquella obra, que representaba todo lo que había estado buscando. Todos estos años... reducidos a nada. A un solo segundo.

Él. Él era mi chico tormenta, aquel que había estado buscando desde niña, y que pensaba que había muerto.

—Estás vivo... —murmuré—. Estás vivo...

No pude evitar reír de felicidad mientras mis ojos se inundaban de lágrimas. Las manos me temblaban, negándose a asimilar que nada más que esto era la verdad, y no un sueño cruel horrible. Cualquiera que me viese pensaría que estaba completamente loca. Me llevé la mano a la boca, sin poder aguantar más.

—Todo este tiempo... eras tú...

Por eso dibujaba tan bien. Por eso tenía aquella pasión por el dibujo. Yo misma se lo había enseñado. Tantos años buscándolos por el mundo.... Y al final, había sido él quien había venido a mí.

Giré mi cabeza hacia la puerta al verla de nuevo entreabierta y oculté mi rostro, avergonzada. Me levanté del suelo y dejé el dibujo sobre la mesa de nuevo.

—Perdón —murmuré mirando al suelo, esquivando a dos figuras, mientras salía encontrándome con la mirada de una segunda chica, que me miraba con una ceja alzada por mi expresión.

Salí corriendo por el pasillo para buscarlo. Todos estos años culpándome de su muerte... y él estaba vivo. Había olvidado el sonido de su voz, pero no lo que esta provocaba en mí. Y ya sentía que había encontrado lo que buscaba. Él había sido mi chico tormenta, mi salvador... Negué con la cabeza. Todo este tiempo había sido él.

Corrí desesperada por encontrarlo, por poder hablar con él de todo nuestro pasado juntos como siempre había deseado en mis sueños. Aún recordaba la similitud de mis emociones cuando hablaba con aquel chico de internet y veíamos juntos la tormenta. Pero esto... era completamente diferente.

Llegué a la salida, donde él debería de estar... pero ya no había nadie esperando mi respuesta. 

ExhalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora