CAPÍTULO V
—¡Feliz cumpleaños!
Los gritos de felicitación hacia mi madre inundaron la sala cuando sopló finalmente las velas de su tarta. Miré a ambos lados, sonriendo y aplaudiendo junto a todas aquellas personas en mi casa.
Mi familia había invitado a todos sus amigos y socios cercanos, por lo que la casa estaba repleta de personas expectantes a que mi madre hablase o soltase algún comentario respecto a su opinión de la fiesta.
Ella rió cuando mi padre la abrazó, y no pude evitar sonreir por lo feliz que se veía. Sujeté los regalos de mi tío, quien los dejaba en mi mano advirtiéndome de que si los tiraba al suelo sin querer, debería de invitar a mi primo pequeño a bailar conmigo en la pista que había sido colocada en el salón. Yo había reido por su comentario, añadiendo alguna que otra idea entre bromas.
Me quedé apoyada en la barra del salón mientras mi madre daba sus palabras de agradecimiento a todos los que la habían ayudado en sus proyectos de año. Debíamos ir todos de etiqueta, por lo que me había visto obligada a llevar un vestido negro ajustado corto para darle el gusto a mi tía modista.
Observé a las personas entrar y salir en tropel del jardín, ya que mi hermano había tenido la idea de decorar la piscina y el patio con luces sobre ella.
Pillándome desprevenida, una persona habló a mi lado. Giré mi cabeza para toparme con el hijo de los socios de mis padres más reciente. Por lo que sabía, ese chico había sido acusado de abuso en los últimos tiempos, de consumición y venta de drogas seguido por un largo historial de vandalismo, temas que por lo visto sus padres se habían encargado de ocultar a la perfección, ya que nadie del exterior estaba al tanto.
—¿Estás esperando a que alguien te saque a bailar? —fruncí el ceño por su comentario.
—¿Por qué iba a estar esperando eso? —tomé de la copa que tenía a mi lado mientras lo observaba.
—Eres la única chica que no está bailando, así que dime muñeca, ¿quieres bailar ?
Reprimí la arcada por su tono y su absurdo mote. La manera de ligar de hoy en día cada vez me sorprendía más.
—Sí —hice una pausa—, pero no contigo.
El joven me miró con desagrado, y acto seguido desapareció entre la gente, seguramente buscando una nueva y más débil presa. No pude evitar reprimir la risa que surgió de mis labios.
Pero dicha risa se borró cuando la pantalla de mi teléfono se encendió, dejando ver en ella siete mensajes de mi mejor amiga y otros tantos de un grupo de amigos a distancia.
En cuanto desbloqueé el teléfono y vi la foto ante mí, mi cuerpo se paralizó, una sensación de angustia comenzó a ascender desde mis piernas y mi corazón aumentó sus latidos, tratando de alejar la sensación de dolor que se aproximaba.
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Exhala
RomanceDanielle Evans. Una chica demasiado madura como para considerarse una niña pero demasiado inestable como para ser un adulto. A lo largo de su corta vida ha tenido que soportar tempestades desastrosas, muertes, gritos y dolor. Todo ello la llevó a...