Capítulo. 29 | Amigos.

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Audrey White.

Éramos más un enigma que una simple casualidad.

Thiago iba al volante conduciendo por la pista con sus gafas de sol y un café en la porta vasos de su tesla, se veía tan bien hasta el punto de disimular el cansancio interno que le agobiaba con una atractiva sonrisa.

Mi pintalabios rojo era llamativo, muy fuerte para una mañana como esa, pero era lo que tenía. Varias gotas de leche caliente se deslizaron por mis labios hasta llegar a mi mentón, con una servilleta limpié las gotitas blancas.

—¿Qué harás luego de tus primeras fotografías?

Preguntó luego de darle otro sorbo a su café.

Los días se volvían cada vez más fríos, siendo evidente estábamos acercándonos al otoño, las hojas de los árboles caían lentamente revoloteadas por la brisa.

—Supongo que iré a almorzar, no creo hacer algo más.

Thiago redujo la velocidad a la misma vez que se acercaba a un semáforo con luz roja, —quería saber si estabas de acuerdo en que fuéramos a almorzar, juntos.

Parecía tener todo bajo control y si no me hubiese fijado bien hubiera pensado que sí, que todo estaba en orden. Su dedo meñique temblaba con frecuencia, su rostro sonriente se veía totalmente fingido, al modo que parecía que escondía aflicción.

—Cómo amigos, ¿Cierto?

Me adelanté en cuestionar lo que en mi mente era algo obvio.

Me miró, pensé que lo negaría y repondría algo como: Solo quiero tratar temas de trabajo. Pero eso no tenía sentido, sabía que en sus intenciones no estaban tales objetivos, pero tenía tantas inseguridades que me costó aceptarlo.

—Si —hizo una pausa—. Solo como, amigos.

Sonreí forzadamente memorizando sus palabras en mi cabeza.

—Término mi primera sección a las una de la tarde, podríamos encontrarnos en un restaurante de tu preferencia.

El semáforo encendió luz verde, Thiago pisó el acelerador conduciendo nuevamente y acercándose cada vez más a mi destino.

—Quiero pasar por ti, ¿podría hacerlo?

Mi corazón se disparó emocionado.

Ya no sabía con quién estaba, si con Thiago o con otro hombre.

Lo desconocía.

Nos detuvimos frente a una torre que por su estética estructura imaginé que era el estudio, en el estacionamiento solo veía aparcados autos deportivos, lo que me dio una muy mala espina, pero sin decir nada guardé mis sospechas.

—Por supuesto, puedo esperarte aquí —dije mirando fijamente sus labios manchados de café. Tomé mi servilleta en un movimiento silencioso, me acerqué a él lenta y cuidadosa para remover la mancha de sus finos labios.

Di pequeños brotecitos en su piel limpiándolo, solo podía fingir que me concentraba en limpiar sus labios, pero mi mirada delataba mis acciones.

—Tú también tienes algo —mintió acariciando mi mejilla.

—¿Dónde?

—Aquí.

Me besó. Fue un beso corto y fresco, como si fuera parte de nuestra despedida.

—Yo misma podía quitármelo —alegué en una sonrisa.

—Yo quería hacerlo con mi boca.

Mordí mis labios al ver mi labial estaba estampado en su boca, luego de unos minutos retrocedí para retomar mi postura. Suspiré reconociendo las extrañas sensaciones que experimentaba, ese beso alteró mucho de mi día, hizo que me olvidara de mucho, como si ya nada me importara más que él.

Enamorada Del Peligro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora