Capítulo. 11 | Bésame.

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Audrey White.

Su tentadora propuesta había logrado inquietarme. Era difícil concentrarme cuando su boca estaba a punto de rozar con la mía, me apetecía saborear los labios que tanto me habían humillado, sin embargo, me armé de valor y refuté.

—¿Por qué debería hacerlo? —dije mirándole fijamente—. Aquí al único que le parezco repugnante es a ti.

Sorpresa. Esa fue su reacción al escuchar mi dicción, estaba impresionado porque esa fue la primera vez a la que me resistí a sus encantos, me encontraba firme enfrentándolo y eso le sorprendía. 

—Vaya, vaya, vaya... Entonces aquí yo soy el malo ahora. —Sus hoyuelos destacaron con una simple sonrisa. —No recuerdo haber dicho algo similar.

Su actitud, sus palabras, su mirada, él... Todo me confundía, un día actuaba de una manera y al otro día de otra. Hoy decía algo y mañana se contradecía, era difícil comprender con exactitud sus palabras y acciones. 

—Pensé que te daban asco las vírgenes... 

—No me repugnan las vírgenes.

—¿No? —cuestioné en un tono juguetón. Quería ser yo quien lo hiciera caer esa noche, utilizaba un tono manipulador y coqueto solo para lograr atraparlo. 

—Para nada.

—Entonces... —Jocosa y con un aire seductor oferté—: Demuéstralo.

—¿Cómo? —Inquirió simulando inocencia. 

—Bésame. 

Avanzó a mis labios a punto de besarme, impedí la acción con un sencillo movimiento en su pecho. Mi palma estaba abierta en sus ejercitados músculos.

—Hum, hum... —Negué con la cabeza y ordené—: En el cuello. 

Él no esperaba dichas palabras de mi parte, percibía un comportamiento muy tímido e influenciable. Pero esa noche algo cambió. 

Depositó un beso en mi mejilla izquierda, otra vez presenciaba la frescura de los labios de Thiago en mí, sus besos eran distintos a los de la noche anterior, estos eran cada vez más firmes y húmedos. 

Sus labios fueron descendiendo cada vez más hacia mi delgado cuello.

—¿Entonces consideras que soy repugnante? —pregunté.

Con una tonalidad dulce intenté seducirlo, quería tener información de su perspectiva hacia mi persona. Tenía la duda de saber qué pensaba sobre mí, de saber si me consideraba un juego... O tal vez algo más. 

Lo más decepcionante esa noche fue como permanecía en silencio sin responder a mi pregunta.

Sus labios disfrutaban la calidez que mi piel emanaba, la constancia de sus caricias fue aumentando, nuevamente el deseo en ambos volvió a crecer. Succionaba ligeramente atrapando mi delicada tez en sus labios, apretándolos y ocasionando la primicia de varios moretones en mi cuello. En ese preciso momento sus tactos no me irritaban, pero las consecuencias vendrían después.

 En ese preciso momento sus tactos no me irritaban, pero las consecuencias vendrían después

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Enamorada Del Peligro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora