Capítulo. 9 | Una estúpida virgen.

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Audrey White.

No tenía control de mi misma...

Mi cuerpo reaccionaba de manera automática ante sus sensuales tactos.

Mis temblorosas piernas estaban abiertas únicamente para él...

Su lengua devoraba cada fluido de placer y deseo que había en mí.

—No continúes más con esto...

Pedí jadeante con el latente deseo que continuara.

Se detuvo algo incrédulo al escucharme, no podía asimilar con facilidad lo que le estaba pidiendo. Su narcisismo empezaba a desmoronarse con tan solo imaginar que no tenía el total control de mi placer, su ego no le permitía lo contrario, él necesitaba tener el control de todo lo que poseía.

—¿Con qué? —Preguntó alzando su barbilla hacia mí. Reposando serenamente en el asiento del escritorio, se hizo el desentendido, llevó su pulgar hasta sus labios para luego lamerlo lentamente mientras yo lo observaba.

—Con esto... —Musité. Me encontraba encima del escritorio, mis piernas estaban abiertas dándole una panorámica vista por debajo de mi vestido, mientras que sus ojos escudriñaban cada centímetro de mi piel desnuda.

—¿Quieres que me detenga?

Para nada, la verdad era que no quería que se detuviera nunca.

—No... —Tragué grueso. Admiré el brillante e infinito, esmeralda de sus ojos.

—Entonces, ¿Qué deseas? —Él sonrió, malicioso y audaz.

Su postura perversa y astuta era un pilar de lujuria y obscenidad. Un imán de placer y potestad.

—Que acabes con esto... —repetí en un susurro.

Sonrió con satisfacción, rozando con delicadeza su pulgar en sus apetecibles labios. Él había entendido perfectamente mis palabras.

—¿Con esto?

Llevó su húmedo pulgar a mi intimidad acariciando lentamente mi zona húmeda, su dedo trazó un intencional camino hacia mi clítoris, rozándolo con lubricidad y obscenidad. Se sentía tan fresco... Que no pude evitar cerrar los ojos y disfrutar de ello. Permanecí en silencio, permitiéndole navegar sin limitaciones en mi lubricada zona, sus dedos jugaban con sensualidad y coordinación, sintiéndome víctima de su tacto y del placer que generaba en mí.

Estableció un patrón, sus dedos bailaban provocando ásperas caricias de su parte, la humedad de mi intimidad crecía aún más al sentir como sus dedos resbalaban cada vez con más intensidad, me esforcé por contener los ansiosos gemidos que se acumulaban en mis cuerdas vocales.

—Vamos, pequeña, necesito una respuesta.

Con la mano que tenía desocupada acaricio mi muslo, eran sutiles caricias que iban acordes a sus movimientos. Solté un lento y minucioso jadeo, mis intentos por contener mis gemidos estaban por fracasar, sus dedos se coordinaban a la perfección; Experimentando diferentes formas de tocarme y hacerme sentir igual de excitada con deseos de más.

Con la misma curva retorcida en sus labios, retiró sus dedos, se levantó de su asiento y sin quitarme la mirada de encima, apoyó sus manos en el borde de la mesa. Sus ojos me miraban con inmoralidad, pude distinguir una chispa en ellos, algo distinto, que en ese momento no supe reconocer.

Se acercó a mí, llevó sus labios hasta el lóbulo de mi oreja y firme ordenó:

—Ábrete más.

Lo miré confundida, no comprendía del todo.

Enamorada Del Peligro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora