Capítulo. 25 | Hechizo.

18.6K 1.3K 338
                                    

Audrey White.

Para muchos un beso puede ser insignificante, para otros una muestra de amor... O el inicio de algo más.

Para mí era el comienzo de una nueva etapa con Thiago, el atrayente deseo se hacía cada vez más fuerte volviendo cenizas el ciclo de enemistad que llegamos a mantener mutuamente.

Nuestros labios no se quedaron únicamente en una simple flexión, continuamos disfrutando de la cercanía de nuestros cuerpos y del calor que emanaban. Su boca ascendía lentamente por mi cuello dejando un rastro de besos mojados, durante esos segundos sus manos sujetaban mi cintura acercándome con posesividad.

—Quiero que te toques —pidió soltando mi cintura para ocupar sus manos en mis muslos por el interior de mi falda. Su frío tacto debajo de mis nalgas fue excitante, la temperatura a la que me exponía se sentía como un relajante muscular.

—No puedo, estamos en una librería. Nos pueden encontrar.

—Estamos en un pasillo discreto, diría yo. Existen pocas posibilidades de que nos encuentren.

—Estamos en el pasillo de libros infantiles, Thiago ¿No te causaría remordimiento hacer esas cosas aquí?

Simuló rumiar seriamente mi pregunta, pero era obvio que no le importaba.

—Lo único me causaría remordimiento es no eyacular dentro de ti esta noche.

Thiago hacia un esfuerzo por controlar sus más libidos deseos, su instinto viril se expresaba con detalles tales como el directo contacto visual que establecía conmigo y la forma en la que sujetaba mis caderas.

—Creo que aún no estamos listos para eso —objeté aferrándome a su pecho acariciando sus mejillas. Disfrutaba de cada señal de afecto que le dirigía.

Sin rodeos expulsó una duda, —¿Por qué no estaríamos preparados para coger?

—Porque ni siquiera traemos anticonceptivos.

—Tú, no traes preservativos. Ese caso ya es distinto.

—¿Entonces, tú tienes preservativos?

Llevo sus dedos hasta los mechones de mi cabello y con una sonrisa traviesa admitió:

—Siempre tengo condones, pequeña.

Sin permitir que interviniese enmudeció mi boca con un beso lento. Sus labios se movían a un ritmo placentero, permitiendo gozar del íntimo néctar que producían nuestras lenguas.

Interrumpió el beso.

—No creo poder aguantar otra erección sin follar.

Sorprendida lo miré atentamente intentando descifrar si se trataba de una mentira.

—Pensé que follabas con una puta diferente cada noche —espeté.

Su gesto burlón me hizo sospechar en que tan pícara iba a ser su respuesta.

—Con todo el trabajo que tengo pendiente solo me da tiempo para dedicarte una, cada mañana —discrepó atrevido.

Golpee su hombro sin poder borrar de su rostro aquella sonrisa vencedora que siempre lograba sacarme de quicio, pero que ya no lo hacía. Era difícil ser honesta conmigo misma, no podía seguir ocultando todo lo que empezaba a sentir por Thiago.

—¿Entonces el inalcanzable y exitoso magnate de España se toca todas las mañanas imaginándome? —Indagué con burla tomándolo como una tontería.

Sus ojos escanearon mi rostro siguiendo cada una de mis expresiones faciales.

—¿Por qué te cuesta creerlo? —dudó.

—Porque pensé que me odiabas.

Su rostro cambió, pareció sentirse identificado conmigo.

—Imaginé que, tú eras quien me odiabas a mí.

Fue una inesperada casualidad, ninguno de los dos esperábamos dichas confesiones.

—No te odio, Thiago —confesé bajando el rostro, quería disimular lo rara que me sentía diciéndolo.

—Yo tampoco y nunca lo hice. —Con dos de sus dedos levantó mi barbilla volviendo a mirar el brillo de mis ojos. —Solo me parecías alguien difícil de encantar.

Ser alguien sensible es algo que siempre me ha caracterizado, en tanto que, por fuera, aparentaba ser fuerte y rebelde para poder mimetizarme con los demás jóvenes de mi edad. No dudaba de que Thiago había percibido esa energía tan ingobernable de mí, hasta el punto de idealizarme de esa manera.

—¿Y ahora sigo siendo difícil de encantar para ti?

Lo pensó. Esperaba una respuesta negativa, pero en vez de eso, fue casi imposible sacar de mi sistema aquel dictamen.

—Eres la única que logró resistir a mi hechizo, fuiste la única mujer que no logré encantar y que aún no logro hacerlo.

Mi corazón latía como desquiciado con cada palabra que su boca dictaba, fue reconfortante ver que Thiago no sospechaba de mi enamoramiento aún.

—Solo no creo poder seguir resistiéndome —declaré abiertamente.

Acarició mi espalda baja para luego continuar el recorrido hasta mi trasero, —tampoco creo poder hacerlo hasta deleitarme entre tus gemidos.

—Solo necesitas el preservativo —le recordé.

—Necesito realizar una llamada para tener todo listo en mi departamento.

Enarqué una ceja, pensé que se trataba de alguna confusión, ya que estábamos hospedándonos en un hotel de Mallorca.

—Thiago estamos en Mallorca, no en Madrid.

—También tengo departamentos aquí en Mallorca —respondió a la primera.

Tenía cientos de preguntas, una de ellas era, ¿por qué siendo propietario de residencias en Mallorca se hospedaba en un hotel? Lo consideraba innecesario, no obstante guardé silencio, no quería abrumarle con mis consultas.

—Tú solo dame la oportunidad y las órdenes de esta noche —dijo ofreciéndome una sonrisa ladina—. Yo me encargo de tus gemidos y del resto.

No confié a la primera, me costó oponerme cuando su sonrisa y sus marcados hoyuelos me hicieron exhalar. Esa noche fue cuando me percaté de que había caído en su hechizo.

—¿Por qué debería darte las órdenes de esta noche? —Intrigada lamí mis labios.

—Porque esta noche quiero que seas tú quien me ordenes como quieres que te folle.

¿Qué voy a ordenarle yo a este hombre con mi nula experiencia? ¿Que me haga cosquillas en el clítoris?

—Creo que no sabría hacerlo...

Con sus manos oprimió mis nalgas de forma lívida, presionándome con el bulto que escondía su pantalón. Amenazó con besarme, sus ojos brillaban más de lo normal y antes de llegar a mi boca suspiró, —podría ser tu maestro durante toda la noche. Sección gratuita únicamente para ti, preciosa.

Quise gemir al sentir la lúbrica presión de nuestros cuerpos, quería sentirlo conmigo y dentro de mí. Con Thiago me sentía lista para dar ese gran paso. 

—¿Crees poder soportarlo hasta que lleguemos a tu departamento? —consulté.

—Por ti esperaría una vida completa, pequeña.

—Por ti esperaría una vida completa, pequeña

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Enamorada Del Peligro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora