Capitulo. 2 | Una mirada enérgica. Infame. Imperiosa... Y algo adictiva.

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Audrey White.

Miré una vez más mi reflejo en el espejo, llevaba una falda negra algo ajustada, un sujetador de tono oscuro y una blusa blanca transparente, luego de alguna media hora decidiendo si entrarla por dentro o dejarla afuera, decidí dejarla por fuera. Arianna me recalcó que no me vistiera como vagabunda y así lo hice, no solía maquillarme, pero esa vez sí me atreví a hacerlo para disfrazar las horrendas ojeras debajo de mis ojos.

En esa noche lo que más deseaba era que Arianna se controlara con el alcohol, la mayoría de veces que Ari iba a fiestas terminaba bastante ebria y no quería lidiar con sus náuseas o locuras alcohólicas. Cabía recalcar que solo había aceptado su invitación porque no tenía el valor para dejar que asistiera sola a uno de los clubes nocturnos más peligrosos de la ciudad, porque de mi parte no pensaba divertirme.

Un mensaje me llego al móvil, era un texto de mi amiga avisándome que estaba fuera esperando por mí y desde mi habitación escuché la bocina de su auto en señal de que ya era hora de irnos. Revisé mi cartera antes de retirarme de la habitación, asegurándome de llevar lo necesario: Tarjeta de crédito, dinero en efectivo, mi celular y brillo labial.

No dude en apresurarme para salir, no quería hacerla esperar.

Percibí una salvaje ráfaga de viento que despeinó levemente mi cabello, suspiré intentando mantener la calma, avanzando hacia el Maserati que se encontraba aparcado frente a mi residencia, Arianna se encontraba dentro esperando por mí, se notaba bastante entusiasmada haciendo que una ligera sonrisa se dibujara en mis labios. Era agradable ver como su entusiasmo destacaba en una sencilla sonrisa, la luna brillaba resplandeciente en el centro del azulejo cielo contemplado de incontables estrellas que brillaban alrededor esa frígida noche.

—Tienes mucha suerte, Arianna —expresé dramática subiendo a su auto.

Ella soltó una pequeña risita para luego continuar con la conversación, —suerte ¿Por qué?

—Te recuerdo que salir a media noche sin el permiso absoluto de nuestros padres es una locura. —Abroché mi cinturón de seguridad de manera cautelosa.

Yo era más reservada, cuidadosa y temerosa... Todo lo contrario a Arianna.

Ella era más extrovertida, sin límites y arriesgada.

—Cálmate, regresaremos antes de las tres —afirmó en un tono confiado, que por alguna extraña razón me hizo creerle.

Ese fue mi primer maldito error.

Mordí inconscientemente mi labio inferior confiando en su palabra, su mirada se posó en el parabrisas y su pie derecho fue inmediatamente al acelerador empezando a conducir. Arianna llevaba un vestido Chanel de una ligera tonalidad carmesí, sus curvas destacaban atractivamente en aquella tela refinada.

—No puedo creer que mi amiga tiene miedo de andar a escondidas de sus padres en plena madrugada —Aludió con ironía haciendo una pausa. —Porque consumes la cocaína como si fueras inmortal.

—Al menos la cocaína no me juzga, tampoco me satanizaría si supiera que estoy con mi amiga casi alcohólica en un club en plena madrugada —respondí de manera burlona con toda la confianza que existía entre ambas.

—Cierto, no puedo argumentar nada ante esa gran lógica —dijo sarcástica.

Durante el camino nos mantuvimos charlando y riendo, debía admitir que era de los pocos momentos en mi rutina en los que podía sentir ese sentimiento de compañía y armonía. Luego de algunos minutos habíamos llegado a un ilustre edifico, una gran cola de personas esperaban para acceder a su interior y la mayoría eran chicas que se encontraban fumando o bebiendo de alguna u otra botella de licor.

—Aquí tengo nuestras identificaciones —certificó Arianna entregándome una de las cédulas que había extraído de su bolso. Observé aquel pedazo de plástico falsificado por mi amiga notando lo extraña y añosa que lucía en esa foto.

—¿Arianna por qué parezco una anciana en esta foto? —Indagué con el ceño fruncido.

—Es que lucias demasiado joven y así nunca nos crearían, por lo tanto, que tuve que utilizar una aplicación de envejecimiento facial para la foto —espetó señalando la imagen de mi cara en la identificación—. Tranquila no fue para tanto, te ves como la misma siempre.

Dios, ¿Acaso tengo pinta de tener 98 años?

—Pero...

Intenté reclamar, pero ella se apuró en interrumpirme.

—Relájate, solo es una identificación falsa.

Suspiré decidiendo no continuar con aquel tema y preferí enfocarme en el plan que Arianna tenía para entrar al club. Nos estacionamos cerca del estruendoso local, las calles alrededor se encontraban algo solitarias y solo alcanzaba a ver una que otra mujer en las esquinas de las solitarias calles, en espera de sus parejas o en otras simples palabras, clientes.

El club estaba dividido en tres niveles: El tercer nivel era de bastante suntuoso, tenía panorámicos ventanales transparentes permitiendo admirar la amplia vista desde arriba. El segundo nivel era completamente distinto, tenía un balcón con mesas, disfrutar del fresco ambiente. El primer nivel era algo similar al tercero, también tenía aquellas lucidas ventanas, pero la única diferencia era que estaban oscuras.

Ambas nos atrevimos a salir del auto enfrentándonos a la fría ventolera que gobernaba esa noche, fijé mi vista en la larga cola de personas que esperaban por acceder, olvidé a Arianna unos instantes y me dirigí la larga fila.

—Te toca atrás, idiota —aulló una chica al verme avanzar hacia la fila.

Su actitud ofensiva y violenta eran suficientes como para que yo, una debilucha, respondiera de forma prudente.

—A eso voy —respondí en una tonalidad suave.

—¿Cómo dijiste? —Ladeó la cabeza y entrecerró los ojos con lentitud mientras sostenía una botella de Vodka.

Mantuve perpetuo silencio, preferí evitar cualquier tipo de discusión y continuar con mi camino hacia el final de la cola.

—¡¿Cómo dijiste, perra?! —Rugió con ímpetu al ver que lo único que hacía era ignorarla.

Continúe caminando sin atreverme a mirar hacia atrás, suponiendo que tal vez la chica estaba algo sobria, le resté importancia a sus palabras intentando continuar con mi calmado paso, pero antes de que pudiese llegar al final de la cola, la chica quebrantó la botella que yacía en sus manos contra el pavimento.

La enérgica melodía de aquellos ligeros cristales hicieron que la velocidad de mis latidos aumentaran por segundo. Detuve mi paso inmediatamente, tragué grueso y dando media vuelta sobre mi eje, levanté la mirada y me atreví a encarar a la intimidante fémina que estaba a algunos pasos de distancia.

Sus ojos negros me admiraban con diversión y poder, su voluptuosa y mayúscula complexión física era destacable, al igual que su ego, en cambio, yo solo radiaba inseguridad.

—Dije. Que. A eso. Voy. —Me arriesgué a contestarle en un tono mucho más firme, intentado no demostrar debilidad alguna, mientras todos alrededor mantenía sus miradas fijas en mí, sentía como todas las directas intensas miradas nos azotaban a ambas sin discreción.

Especialmente una en particular.

Era una mirada enérgica. Infame. Imperiosa... Y algo adictiva.

Desde el amplio balcón alguien me observaba sin discreción alguna, aquella mirada era perspicaz y directa, haciendo que inmediatamente alzara la barbilla pillando a unos penetrantes ojos verdes que me hostigaban con una simple mirada.

No entendía nada, no sabía nada, ni reconocía a aquella persona, la poca luz que había en el balcón no me ayudaba para nada al momento de intentar descifrar quién era aquel desconocido. Una sonrisa recorrió sus labios al tener un inmediato contacto visual conmigo, su sonrisa era terrorífica, perversa y persuasiva, sus ojos no se desviaban ni medio segundo de los míos, mientras que su torcida sonrisa creía aún más.

Un extraño sentimiento de curiosidad y temor al instante se hicieron presentes, pero lo más extraño era que al observar su sonrisa mi respiración era más lenta, algo en él transmitía una ligera sensación de confianza.

¿Estoy loca o ya lo había visto antes? 

Enamorada Del Peligro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora