49 - La miel de Amelia

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Amelia tenía un olor único, un olor tan especial que embriagaba a Luisita y la hacía volar de la misma forma en la que vuelas en un sueño. Una de las zonas más culpables de aquella cautivadora mezcla de aromas que emanaba de Amelia, era el dulce olor que desprendía su pelo. Sus rizos, sus ondas, sus bucles, incluso cuando lo llevaba liso, el olor y textura de su fabulosa cabellera la transportaba a un mundo en el cual quedaba atrapada y, aunque hubiera querido escapar se él que no era el caso, no hubiera tenido escapatoria posible.

El aura aterciopelada del cabello de Amelia atraía de tal manera a Luisita que la obligaba a enredar tus dedos él. La explosión de aromas que desprendía era única. Una fragancia que evocaba flores, frutas, hierbas silvestres y un toque indescifrable, digna de la inmortalidad de una diosa del Olimpo como era Amelia. El olor que vestía aquellos cabellos resultaba irresistible para Luisita, tan irresistible que la llevaba a los dos extremos: por un lado, la excitaba hasta poder llegar a perder la conciencia; por otro, la hacía sentir la tranquilidad y la calma de estar en casa. Ese aroma la llevaba a un lugar que ella jamás abandonaría.

Amelia era muy consciente de ello, aunque fuera una mujer muy sencilla, sabía que era extremadamente sexy y arrebatadora, y le encantaba serlo. Adoraba la sensación de ser admirada, le fascinaba el poder que tenían su belleza y su gran atractivo sobre el resto de los mortales, aunque pocas veces se aprovechaba de esa ventajosa condición de la que gozaba.

Por ese motivo, aunque viajara a los hoteles más exquisitos, siempre llevaba con ella sus propios productos de higiene personal. Era tan dueña de su cuerpo, que no tan sólo decidía sobre su atuendo, sino también sobre el aroma que quería emanar en cada una de las ocasiones. Su belleza, su aroma y su sonrisa la convertían en un arma para la cual no existía defensa alguna.

Amelia necesitaba comprar su champú especial, ya que lo había gastado todo en aquella improvisada ducha, cuando por error frotó el cuerpo de Luisita con su champú de ambrosía en lugar de usar el gel de la rubia. Todo fue producto de la ofuscación del momento. Después, solo podía culpar al deseo.

No iba a ser tarea fácil antes de volver a Madrid.

- Amelia, ¡Amelia! ¿Amelia? ¡¿Amelia?! ¿Me oyes?

-¿Qué? Perdona, estaba pensando en cómo conseguir más champú. -preguntó Amelia mientras acababa de arreglarse.

-Pues pidiéndolo al servicio de habitaciones, Amelia. -contestó Luisita haciendo un gesto de obviedad.

-No es tan sencillo... Bueno, ¿qué me decías?

-Decía que me da igual que no nos dé tiempo a cenar. Prefiero tener hueco para todas las palomitas que me voy a comer en el cine. Me encantan las palomitas de colores, pero Pablo nunca me las dejaba pedir. Según él, tanto azúcar no podía ser bueno, pero para mí no hay nada mejor que unas deliciosas palomitas dulces acompañadas de un refresco de lima limón, sin azúcar, naturalmente, para compensar. -expuso Luisita guiñando un ojo a su morena.

-¿Seguro que no hay nada mejor que eso? -preguntó Amelia con una tremenda sonrisa en los labios y su característico levantamiento de ceja.

-En el cine, Amelia, en el cine quiero decir.

-Vuelvo a preguntar ¿estás segura? -esta vez levantando las dos cejas varias veces.

-Amelia ¿Estás coqueteando conmigo? Te recuerdo que no es necesario, somos novias, pero esas fosas nasales anchadas y la velocidad de tus parpadeos me indican que algo quieres de mí.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora