44 - Como ninguna

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Amelia amaba la belleza, la amaba ante cualquier otra cosa en este mundo, siempre la buscaba allá donde fuera. La había encontrado muchas veces y de muchas maneras diferentes, pero nunca en la forma del cuerpo de una mujer.

Y necesitaba tanto sentirse rodeada de belleza que, cuando no la hallaba, lo más fácil era crearla ella misma. Amelia tenía un bonito don. Ella era actriz, cantante, bailarina y productora teatral, pero lo que realmente llenaba sus días era la música.

Lamentablemente, hacía ya mucho tiempo que la belleza que la rodeaba no era suficiente como para inspirarla a crear más belleza. Era una lástima, no sólo para ella misma sino para el mundo entero, ya que Amelia era capaz de embellecer todo lo que la rodeaba, no sólo con sus artes, sino con su mera presencia. Pero aquella luz se estaba apagando.

Su vida se había vuelto monótona y gris, no se sentía amada, nunca se había sentido realmente amada por nadie, y se veía incapaz de seguir creando cuando la luz de su interior se estaba apagando, poco a poco, pero sabía que acabaría extinguiéndose. Estaba bloqueada, no conseguía componer y esa era a su manera de expresarse.

Amelia era una artista, para ella la expresión era su forma de vida. Para la actriz, el poder expresar todas sus emociones era tan importante como inhalar el aire necesario para que el cuerpo siga funcionando? y crear belleza era lo que su corazón necesitaba para seguir latiendo.

Todas las emociones, tanto las buenas como las malas, se quedaban atrapadas en su interior. Si las buenas no salían, no florecían y no la dejaban crecer, ni como artista ni como persona. Pero peor era cuando las malas emociones quedaban apresadas en ella, creando así una pelota en su interior, cada vez más y más grande, que acababa por presionar su pecho de tal manera, que no le permitía inhalar el poco aire que necesitaba para sobrevivir. Al apagarse aquella luz, estaba pagando a Amelia con ella.

Llevaba algún tiempo retirada de los escenarios, ya que la morena era una persona muy perfeccionista y en aquellos momentos sabía que no podría dar el cien por cien de sí misma, Y su público no merecía eso, su público merecía una entrega total para poder disfrutar de la maravilla que era ver a Amelia dándolo todo sobre un escenario. No quería defraudar a su público y, al menos hasta que recuperara su magia, prefería apartarse durante un tiempo para intentar recomponerse. Y eso estaba haciendo cuando su alma se encontró con la de la rubia, por casualidad, en aquellos grandes almacenes.

Al conocer a Luisita una nueva luz llego a su vida, una luz que la invadió de tanta fuerza que tenía. Luisita era pura luz, pero no era una luz cualquiera, era una luz clara, una luz azul, una luz que te daba energía, jamás te la quitaba. Era imposible no enamorarse de ella.

Todos los seres emiten luz, pero la energía y la intensidad de esa luz dependerá de cuánto tiempo seamos capaces de almacenarla, de la facultad de nuestro cuerpo de convertir esa luz en positividad, y en la virtud de nuestra alma de saber transmitirla a otros seres más necesitados. Luisita era la definición de un ser de luz y Amelia necesitaba de esa luz para empezar a levantar cabeza y volver a ser la gran estrella, brillante como la que más, que había sido no mucho tiempo atrás.

Poco a poco, la belleza de la rubia iba devolviendo la inspiración a Amelia. El círculo se empezaba a crear de nuevo: Amelia admiraba la belleza de su novia, esta belleza la inspiraba a crear, Amelia acababa creando melodías cada vez más bellas. Ahora tocaba compartirlas con su futura mujer.

Amelia volvía a expresarse.

No es que no hubiera estado con mujeres bellas antes, de hecho había estado con las más bellas de cada ciudad en la que había vivido, y había estado con las más bellas que habían visitado la ciudad en la que ella vivía. Pero Luisita era diferente, Amelia hablaba de la belleza de su cuerpo, pero no se refería solamente a una belleza física, se refería al resplandor de ese cuerpo, un resplandor de todo lo que albergaba y que aún lo hacía ser más bello de lo que físicamente era.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora