50 - El amor que no sabías que necesitabas

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Amelia era un ser único en la tierra. Todos los seres son únicos, pero la maravillosa esencia de esta mujer hacía que con su paso por esta vida, muchos otros seres se sintieran dichosos.

Amelia brillaba en los escenarios y fuera de ellos. Hacía pasar unas horas maravillosas a su público, enamoraba a todo aquel que la conocía. Su mera existencia hacía de este mundo un lugar mejor. Sabía cómo deleitar a los simples mortales de muchas maneras; desde los minutos que alguien podría dedicar a leer un artículo sobre ella en alguna revista, hasta poder conseguir que la persona a la que amaba disfrutara de la vida en todo su esplendor.

Era normal que Luisita la creyera una diosa bajada a la tierra.

Su dulzura y su amabilidad hacían sonreír a cualquiera que cruzara unas palabras con ella. Atenderla en cualquier establecimiento era un deleite y hacía que, aunque tan sólo fuera por unos minutos, el trabajo de la persona que estaba junto a ella fuera todo lo que hubiera deseado que fuera el  trabajo perfecto.

Luisita tuvo la suerte de atenderla en aquellos grandes almacenes. Las dos tuvieron la suerte de quedar unidas desde aquel momento. Luisita iba a descubrir lo que era vivir de verdad, Amelia por fin iba a sentir por alguien lo que el resto del mundo sentía por ella. No eran conscientes de lo mucho que necesitaban, hasta que se encontraron.

Cuando la presentaban en alguna reunión o en alguna fiesta, las personas a quienes era introducida, por unos instantes podían ver la belleza y la bondad que aveces tan oculta estaba en este mundo.

Muchos afortunados han tenido la suerte de cruzarse en su camino, de poder disfrutar de su mirada y su risa en directo, de deleitarse con su voz y sus movimientos. Pero tan sólo dos han tenido la oportunidad de compartir su vida con ella, y uno de ellos no la supo aprovechar. Luisita resultó muy afortunada por la existencia de un ser tan estúpido como Hugo, quien no supo valorar a aquella imponente, en todos los sentidos, morena.

Quién sabe si el destino, comportándose como el destino que era, incluso estando Amelia en un matrimonio feliz y Luisita en una relación satisfactoria, en el instante en el que sus mundos se cruzaron, ese sabio destino habría obrado su magia y todo hubiera cambiado para ellas. Puede que el destino las hubiera unido igualmente, haciéndoles ver que lo que tenían hasta aquel momento, por bonito que fuera, no era a lo máximo a lo que podían aspirar en esta vida. Pero lo que es seguro, es que Hugo ayudó a que aquel cruce de miradas no quedara en una simple coincidencia, que ese punto marcara una nueva trayectoria en el camino de ambas. Que ese justo instante fuera un antes y un después en la felicidad de aquellos dos seres de luz que estaban destinados a brillar juntos.

Amelia también era un ser excepcionalmente inteligente. Sabía valorar todas y cada una de las cualidades de Luisita, incluso aquellas que hasta ahora nadie había visto, ni siquiera la propia Luisita.
Y sabía que mantener a Luisita junto a ella el resto de su vida, era la decisión más inteligente que podría tomar.

Que magnífica sensación se saborea en el momento en que la razón y el corazón laten al unísono.

En su plan de huida temporal de la realidad, decisión muy acertada sabiendo lo que le esperaba a corto plazo, Amelia trazó un recorrido en círculo alrededor de la provincia de Madrid. Realmente sabía muy bien lo que se hacía, en verdad quería volver loca Luisita. Loca de amor por ella.

En su fuero interno, a Amelia aún le costaba creer que hubiera encontrado un ser como Luisita. Por mucho que la joven le hubiera declarado su amor y su intención de permanecer junto a ella el resto de su vida, Amelia no quería darlo todo por hecho, quería enamorarla por ella misma, no quería correr el más mínimo riesgo. Sabía que Luisita estaba hasta las trancas por ella, que aquello había sido un amor a primera vista por parte de las dos, que aunque ella no hubiera hecho nada más que lanzar una mirada a la joven para enamorarla, la rubia había quedado completamente prendada. Aquello era un regalo para Amelia, no quería que el amor que recibía por parte de la joven no fuera cuidado. Tenía la suerte de cara el día en que sus destinos se encontraron, pero quería esforzarse en mantener aquella adoración mutua que se les había puesto en medio del camino, y conseguir que su amor y sus atenciones fueran los responsables de mantener sus vidas unidas, no tan sólo el destino que se lo puso fácil de entrada.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora