15 - Un lunar a la derecha

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Amelia Ledesma, aún esposa de Hugo Torres, conocida como Carol Aird, La Gran Carol o Carol a secas no conseguía acabar de despertarse esa mañana.

Seguía en la cama disfrutando de su estado de ensoñación, tendida boca abajo como su madre la trajo al mundo. No quería acabar de despertarse, prefería seguir en aquel mundo, entre los sueños y la realidad, que tan placentero le resultaba en aquellos momentos.

Ajena a la hora que era, seguía suspirando en aquella acogedora y cálida habitación, sobre un
confortable y mullido colchón, cubierto por las sábanas impregnadas del olor de la noche de sexo más deseada de su vida.

Anoche cayó rendida recordando todos los momentos vividos desde que aquella tarde entró en casa de su rubia, hasta que quedó dormida en sus brazos. Las emociones de aquel día la llevaron hasta ese maravilloso sueño del que dudaba en despertarse, temerosa de que realmente sólo fuera un sueño.

Soñaba que había pasado una agradable tarde con Luisita, que después de una maravillosa noche habían dado rienda suelta a su pasión en el sofá del comedor, para más tarde acabar haciendo el amor como dos locas entre aquellas sábanas sobre las que descansaba.

Por un momento sintió como si alguien se sentara junto a ella en la cama. Imaginó que la Luisita de su sueño volvía a su lado para jamás volver a separarse de su lado. Pero sólo era parte de su sueño.

Con esa sensación casi despertó, pero se esforzó para recordar en qué punto se había alejado de su sueño para volver a aferrarse a él, y así seguir disfrutando de uno de los momentos más maravillosos de su vida, aunque fuera en su ensoñación.

Abrazó con más fuerza la almohada que tenía bajo su cabeza, respiró fuerte en ella para alimentarse del olor de Luisita y trató de no abandonar aquel precioso sueño. ¿Realmente olía así Luisita después de hacer el amor o hasta había imaginado eso?

Ahora mismo no importaba si era real o no, Amelia había decidido seguir disfrutando de aquel sueño y de aquel aroma que la embriagaba.

Deseaba tanto intimar con Luisita que había soñado que le hacía el amor a esa alma tan pura.
Ya no ambicionaba nada más en aquella vida que no fuera a su rubia, porque era suya, porque en sus sueños ella así lo había decidido.

Su sueño la llevó al momento en que Luisita decidió hacerle caso y volver junto a ella en el sofá, al momento en que sus labios volvieron a unirse de forma definitiva anoche. Con aquel anhelado deseo entre sus brazos, se dio la oportunidad de ser feliz por unos momentos, dejando a un lado el divorcio, la mala relación con su familia política y la custodia de Catalina. Centrándose sólo en ella y en su deseo de ser feliz de una vez por todas.

Con más cariño y pasión de lo que pudo imaginar que sería su primera vez con aquella casi desconocida Luisita, aquellos pasionales momentos la atraparon en sus sueños, dejando a un lado el terror que sentía a ser descubierta por su marido. Una infidelidad le facilitaría a Hugo el poder obtener la custodia exclusiva de su hija. Era imposible, pero en aquel momento no pensaba en nada más que en ella y en lo que sentía por Luisita.

-No puedo controlar esta necesidad que tengo de hacerla mía. Quiero fundirme con ella como si fuéramos una sola alma y la única manera que tengo de conseguirlo es a besos, lametones, chupetones y mordiscos. Puedo inhalar su esencia, respirarla a ella en carne y piel hasta absorberla del todo. -pensaba Amelia atemorizada al ser consiente de su tremendo deseo.

Amelia empezó despacio a explorar la piel pálida y suave de Luisita, cuando sintió que la joven se abalanzaba sobre ella quedando tumbada con una pierna a cada lado de su cintura. La morena siempre pensó en llevar el ritmo de aquella primera  obra de amor, pero el atrevimiento de Luisita la dejó perpleja aunque emocionada.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora