5 - La Primera Cita

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Aquella mañana la Sra. Amelia Ledesma, o Carol (sí, Carol a secas, como Cher o Madonna) como era conocida en el mundo del teatro, estaba jugando con su hija mirando a través de la gran ventana que daba al jardín.

-La esposa de Quintero ha preguntado por ti. -dijo Hugo entrando en la habitación.

Hugo, el marido de Amelia, trabajaba en un bufete de abogados del centro. "Quinteto y Solano, Abogados" era su vida ya que sabía que trabajando duro llegaría a ser socio del negocio algún día. Amelia llevaba toda la vida con Hugo y había visto como éste se esforzaba en el trabajo hasta el punto de dejar a su familia en un segundo plano.

-¿Silvia? -preguntó Amelia sorprendida.

-Sí. Ha organizado una fiesta de Navidad a la que nos ha invitado. Ya me he disculpado en tu nombre, pero estoy seguro que le haría mucha ilusión verte allí.

-Dale recuerdos de mi parte, siempre me cayó bien.

-Me gustaría que fueras.

-Lo siento Hugo, tengo planes.

-Mamá quiere darle a la tía Ana su regalo. -dijo la pequeña Catalina.

-Has estado viendo mucho a la tía Ana, verdad tesoro?

-Sí, papá. Me gusta mucho jugar con la tía Ana y parece que a mamá le hace muy feliz estar con ella.

-De acuerdo, Hugo. Intentaré quedar otro día con Ana, si insistes.

-Gracias. Ves como no te costaba tanto?

                                   **********

-Hola! -dijo Amelia sonriendo al ver a la rubia.

-Hola -contestó Luisita mirando al suelo.

-¿Qué te pasa? -preguntó la morena levantando el mentón de la joven con dos dedos para conseguir que la mirara a los ojos.

-Nada, de verdad. -contestó Luisita. -Por lo menos, la aquella majestuosa mujer la había reconocido. Su mirada era tan penetrante que la ruborizó.

-¿Te parece si vamos tirando para el restaurante?.

-Sí, vamos.

No se molestaron en hablar por el camino. En una ocasión Amelia miró a Luisita, sonriendo mientras caminaba con paso apresurado. Entraron en "El Asturiano", el restaurante estaba decorado con vigas de madera y manteles blancos. Estaba increíblemente tranquilo y medio vacío, no era lo habitual. En esta ocasión Pelayo había elegido una suave música de jazz para acompañar la hora de la comida. Se sentaron en un gran reservado de madera y la mujer pidió un dry martini, invitó a Luisita a beber otro.

Se quitó las gafas de sol y se pasó los dedos por el pelo. Entonces miró a a la joven a los ojos y dijo:

-¿Cómo se le ocurrió la fantástica idea de mandarme una tarjeta de Navidad, señorita Gómez?

-Por favor, llámeme Luisita.

-Luisita, que no Luisa ni María Luisa. Me gusta mucho como suena. Luisita. -repitió la morena arrastrando todas las letras del nombre.

-O Luisi, como usted prefiera.

-De acuerdo, Luisita. Pero sólo si tú me llamas Amelia, o Carol.

-¿Carol? ¿Quién es Carol?

-Es largo de explicar. Dejémoslo para otra ocasión.

¿Dejarlo para otra ocasión? ¿Eso significaba que habría otra ocasión? ¿Que aquella maravillosa mujer no descartaba volver a quedar con ella? -Luisita quedó inmersa en sus pensamientos.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora