21 - Tú y todo el rato tú

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Luisita suspiró profundamente, soltando en esa exhalación todos los nervios y todas las emociones del día. Todos aquellos sentimientos que habían quedado atrapados en su pecho, después de las conversaciones con Pablo y Marina, junto con las tremendas ganas de volver al lado de Amelia. Al exhalar el aire lo sacó todo fuera.

Miró a Amelia, aliviada y con muchas ganas de empezar, por dónde fuera, el increíble viaje que le esperaba su lado.

-Sí, si el postre se trata de ti. Ten cuidado conmigo esta noche que ya te he dicho que tengo un hambre de loba. -contestó aquella liberada Luisita mientras se dirigía directa a Amelia.

Luisita se lanzó con todo ese hambre contra los labios de la morena, quien la recibió más que encantada. Había demasiada desesperación en sus besos, demasiadas ganas por las pocas horas que habían estado separadas.

Las dos se daban cuenta de que su relación se tornaba más intensa a cada segundo que pasaban juntas, y más deseada a cada segundo que pasaban separadas.

Los labios de ambas estaban desesperados por reencontrarse y sus lenguas ya conocían el camino que las llevaba a darse placer. Ese beso, durante el que se les escapaban suspiros de satisfacción, era lo único que existía para ellas en ese momento

Amelia había extrañado besarse así con alguien. Desde sus primeras relaciones con mujeres que no sentía deseo en un beso. Luisita era una excelente besadora. Amelia sentía que podría besarla para siempre. Luisita nunca antes había conocido ese placer en un beso, nunca antes la habían besado con tantas ganas y tanto deseo. Sentía que por fin alguien era capaz de corresponder a sus besos y a sus necesidades, la mayor de las cuales era sentirse deseada y los besos de Amelia no dejaban lugar a dudas.

Cuando tuvieron que separarse para poder respirar, en aquel momento una necesidad más imperiosa que seguir saboreando el beso, las dos jóvenes unieron sus frentes y sus sonrisas, mientras respiraban sus alientos y disfrutaban del olor de sus pieles.

La actriz se dio la vuelta relamiéndose los labios y mirando a Luisita con una sensualidad que, o la dejaba fundida en el suelo o la hacía correr tras ella con desesperación. Seguía teniendo esa mirada magnética en los ojos, esa mirada que te arrastraba hacia ella, pero un poco triste. Se notaba que aquel largo día había removido mucho en su interior.

Luisita observó como Amelia se alejaba por el pasillo, con las manos en los bolsillos y con ligero taconeo de sus zapatos sobre el suelo. Subió las escaleras bajo la atenta mirada de la rubia. No pudo apartar los ojos de ella hasta que desapareció por una de las habitaciones, parándose un momento en el umbral de la puerta y dedicándole una lujuriosa mirada, un intento más de que la joven corriera tras ella. Luisita miró el umbral vacío y por unos segundos se quedó paralizada pensando.

-¿Amelia se hubiera alejado exactamente igual si le hubiera dicho que no, que no iría tras ella, que no, que no tenía hambre, o que esa hambre no era de loba? -Luisita aún pensaba que Amelia actuaba así sencillamente porque era su manera de ser. No acababa de creerse que lo hacía por ella.

Cruzó el vestíbulo y llegó la puerta de la habitación de Amelia.

-¿Qué haces? -le preguntó a Amelia, quien estaba inclinada sobre su escritorio anotando algo en un papel.

-¿Qué hago? -se levantó y guardó ese trozo de papel en su bolsillo. Ahora sí sonreía, los ojos le sonreían de verdad, como por la mañana en la cocina con Ana. -Pues escribir, ¿no lo ves? -pronunció aquellas palabras con la voz más aterciopelada del mundo. Una voz que invitaba a recorrer su cuerpo entero, recorrerlo con los labios y la lengua, para comprobar que realmente su piel resultaba tan aterciopelada como su voz. -¿Te parece bien si ponemos un poco de música?

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora