47 - WonderWoman

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Los escasos 30 minutos que pasaron en el coche mientras recorrían en el camino entre Ledesma y Salamanca, transcurrieron completamente en silencio. Un silencio sólo roto, de vez en cuando, por algún que otro suspiro de aquella rubia que aún no entendía cómo era tan afortunada.

Amelia condujo hasta el restaurante, aparcó el coche, cogió sus cosas y se dirigió al lado de Luisita para abrirle la puerta. La joven no se había dado cuenta que habían llegado a su destino, seguía completamente absorta en aquellas fotografías, sensuales imágenes que la morena se había tomado exclusivamente para que ella las disfrutara en su ausencia.

-Veo que te han gustado tanto las fotografías que ni me has hecho caso en todo el viaje. A mí, a la modelo real de esas imágenes. ¿Qué tienen esas fotografías que no tenga yo? -preguntó Amelia con falsa indignación.

-Al revés, ¿qué tienes tú que no tienen esas fotografías? Vida, pura vida. Lo que me ha sorprendido ha sido saber que voy a tener la posibilidad de contemplarte así, tan... tan... sexy, preciosa, deliciosa... ¡Vaya, Amelia, es que estás para comerte! Y no es que eso yo no lo supiera ya, sólo que al ver estas imágenes mi cabeza ha entrado en bucle imaginando ciertas cosas.

-¿Se puede saber qué es lo que está imaginando tu preciosa cabecita?

-Sí, claro, por supuesto. Pero eso mejor te lo explico más tarde o no salimos de este coche, te lo aseguro.

Amelia le tendió la mano a Luisita para ayudarla a salir del coche sin apartar su mirada de aquellos expresivos ojos café, entraron al restaurante y, como siempre, les dieron la mejor mesa del local. Luisita no entendía cómo Amelia disfrutaba de esas ventajas, pero tampoco quería saberlo.

-En Salamanca pueden presumir de tener restaurantes con encanto y con mucha historia. Sólo espero que te guste. -dijo Amelia mientras caminaban los pocos metros que separaban el coche del restaurante donde iban a comer.

El local se encontraba en una zona muy bonita y monumental de Salamanca, era un espacio precioso por fuera y, por dentro, el lugar perfecto para disfrutar de la buena cocina castellana. El salón era abovedado, elegante y moderno. En él se podía respirar magia y, además, seguro que la comida estaría deliciosa.

-¡Este sitio es maravilloso! -exclamó Luisita al entrar. -Pero creo que a tu lado todos los lugares resultarán maravillosos.

Luisita realmente se estaba dejando llevar por la magia del lugar, volvía a su mundo, aquel mundo en el que tanto se refugiaba antes de conocer a Amelia, pero que ahora, después de conocer a una mujer tan maravillosa, seguía visitando de tanto en tanto a la espera de que su novia la hiciera regresar a su realidad.

-¿Luisita? ¿Estás bien, cariño? Otra vez estabas ausente. Eso será que no te gusto lo suficiente. -dijo Amelia, haciendo un puchero tan adorable que trajo a la rubia de vuelta a la tierra de golpe. Mientras, Luisita con sus grandes ojos, seguía admirando todos los detalles de aquel local y mirando a través de sus grandes ventanales.

-Sí, perdona Amelia, es que esto es precioso, tú eres preciosa. No quiero perderme detalle ni de la ciudad, ni del restaurante ni de ti. Discúlpame.

Y como Luisita había vaticinado horas atrás, ocurrió. Una escultural mujer se acercó a Amelia por detrás y cubrió los ojos de la morena con sus manos.

-Cómo me digas que no reconoces mi tacto en tu piel, no vuelvo a dirigirte la palabra en la vida, Amélie.

-¡Celia! Aunque pasaran cien años no podría olvidar ese aroma a flor de azahar, por no hablar de ese dulce acento sevillano tuyo, que es lo que más te delata.

-Nunca olvidaré aquel viaje entre los naranjos. -recordó la mujer.

Amelia, más que halagada pero un poco apurada, se levantó para acabar con aquella coqueta conversación. Era consciente de que Luisita podría molestarse. Esperaba que no, ya que ella era así, dulce y coqueta con todos los que la rodeaban y la rubia lo sabía, pero existía la posibilidad.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora