31 - Luimelia (Pedraza IX)

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Sonó el despertador justo 4 horas después de quedarse dormidas. Habían descansado poco, pero había valido la pena hasta el último instante que habían sudado juntas. Planeaban tener el resto de su vida para descansar, la una junto a la otra, así que ya descansarían en otro momento, ahora tocaba disfrutar.

Amelia despertó fresca como una rosa y preciosa como la rosa que era. Suspiró fuertemente tratando de hacerse a la idea de que aquella rubia que dormía entre sus brazos no iba a desvanecerse. Aquella era su nueva realidad y por nada del mundo iba a estar perderla.

No quería despertarla, no quería romper aquel momento mágico entre sus brazos, así que decidió quedarse unos minutos más disfrutando de aquella maravillosa sensación.

Sensación que había tenido durante las pocas horas que había dormido. Lástima que, al estar dormida, no había podido disfrutar plenamente del abrazo en el que estaban envueltas. Aunque no hubiera sido consciente de aquellos placenteros momentos, su subconciente la había hecho despertar muy feliz, muy agradecida a la vida, llena de energía y con un solo objetivo: hacer feliz a su rubia.

Pasaban los minutos y Amelia no tenía ninguna intención de despertar a su chica. Seguía acariciando su espalda y sus cabellos, seguía dejándole tiernos besos en la frente, pero no se atrevía a hacer ningún movimiento más que pudiera despertarla y romper aquel mágico momento.

Ideas de todo tipo empezaban a cruzarse por la cabeza de Amelia. Ideas tan disparatadas como buscar una bonita casa para vivir juntas, ideas tan surrealistas, como una proposición de matrimonio, ideas tan descabelladas como que Luisita se convertirá en la otra madre de Catalina, ideas tan tiernas como crear una gran familia junto a ella, ideas tan románticas como disfrutarse la una a la otra el resto de sus días, ideas tan adorables como envejecer juntas. Ideas tan reales como pasar el resto de su vida juntas, amándose cada día más que el anterior.

Todas las realidades de una persona, o de una pareja, nacen a partir de un sueño, de una idea previa en la cabeza de las personas que pueden llegar hacer realidad esa idea inicial. Esa idea ya había llegado a la la cabeza de la morena y no iba a abandonarla. Pero roto q su debido tiempo. Ahora sólo faltaba luchar para que todos sus sueños se hicieran realidad. Tranzando ese plan de futuro, había estado acariciando a Luisita por más de media hora y ahora era el momento de darse prisa si querían cumplir con los planes del dia

-Luisita, cariño, despierta, se nos va hacer tarde. -Amelia intentaba despertar a su chica sin mucho éxito dado que estaba utilizando una voz demasiado dulce y aterciopelada, lo único que conseguía era asumirla en un sueño más profundo.

Amelia se deslizó un poco bajo el cuerpo de Luisita para alcanzar sus labios a la perfección. Decidió despertarla besos. Empezó besando su pelo, bajando por su frente, su nariz y sus mejillas, rozó sus labios antes de llegar a su cuello en el que dejó besos, lamidas u algún que otro mordisco. Volvió a su boca, pasó la lengua por sus labios y acabó desistiendo rozando su nariz por toda aquella cara de ángel, respirando así todo lo que aquella mujer podía ofrecerle.

Parecía que a la actriz le costaba mucho despertar ala rubia, pero Luisita hacía trampa. Luisita hacía mucho rato que estaba despierta, pero quería seguir disfrutando de las atenciones de su morena.

-Sigue un poco más, Amelia. -suplicó la joven con evidente voz de cachorrito, si un cachorrito hablara.

-Te prometo que seguiré todas las horas de este día, hagamos lo que hagamos, seguiré. Pero ahora ves directa a la ducha y a vestirte que en 30 minutos tenemos el coche en la puerta. No quiero que nos perdamos nada del maravilloso día que planeado especialmente para ti, con todo mi amor y con todas mis ganas de estar contigo.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora