9 - Por un beso tuyo soy capaz de lo que sea

1.9K 105 13
                                    

Empezaron a brotar lágrimas de los ojos de Luisita. Todas esas emociones que estaba sintiendo no podían reprimirse por más tiempo. Bajó la cabeza para tratar de ocultárselas a Amelia, pero ésta se dio cuenta de que algo estaba sucediéndole a la joven y se apresuró a preguntar:

-¿Qué te ocurre, Luisita?

-Nada.

-¿Estás bien? ¿He hecho algo que te ha molestado?

-No. ¡No!

-Si no te sientes cómoda, podemos dejar el baile.

- ¡Mira Amelia, es que yo ya no puedo más! Cuando me acerco a ti es que se me para la respiración y de repente siento un escalofrío muy fuerte que me sube de los pies a la cabeza.

- A mí me pasa lo mismo. Te miro y te quiero besar, abrazar y volver a besar y la boca y el cuello y toda tú ¿Lo entiendes?

Amelia encontró adorable como la rubia no podía reprimir sus emociones. Empezó a acariciar las mejillas de Luista con sus pulgares, secándole así las lágrimas que se empeñaban en seguir cayendo e inclinó la cabeza uniendo sus labios al los de Luisita.

El beso era lento y suave, las dos estaban saboreando aquel instante, intentando decirse en un solo beso todo lo que no eran capaces de expresar con palabras.

Mientras se besaban ese fogoso tango se fue desvaneciendo lentamente. Ahora simplemente estaban la una en los brazos se la otra, sintiéndose con sus labios, con sus caricias y con todo su ser.

Luisita no sabía dónde poner las manos, la sensación de los labios de Amelia contra los suyos estaba nublándole la mente. Levantó sus manos,  que descansaban sobre la cintura de la morena, llevándolas a su cuello para así poder perder sus dedos entre aquella preciosa cabellera, presionando su nuca hacia ella intentando así acercarlas más, si es que aquello era posible.

Querían disfrutarse poco a poco, sin prisas. Querían sentirse sorbo a sorbo, sin pretensiones. Y lentamente el beso fue llenándose de deseo con el roce de sus lenguas.

Repentinamente sonó el móvil de Amelia con un timbrazo largo y estridente.

Separaron sus labios, pero quedándose muy juntas y con las frentes apoyadas la una en la otra. No querían separarse, no querían renunciar a aroma de sus cuerpos ni al tacto de sus pieles. Sus respiraciones, aún agitadas, intentaban volver a la normalidad.

Luisita estaba mirándola a los ojos a pocos centímetros de ella, sonriéndole con timidez y Amelia se perdió en su mirada. Guapa!  Las palabras escaparon de sus labios como si de un suspiro se tratara.

Amelia se separó de Luisita y mientras iba hacia su bolso a buscar el móvil se palmeo la mano dos veces con algo, iba a arrojarlo contra la pared. Pero se limitó a volverse, lo dejó suavemente encima de la mesa y salió de la sala.

Luisita oyó a Amelia hablando en el vestíbulo. No quería oír lo que decía. Entonces vio lo que la actriz  había tenido en la mano. Era un bonito mechero metálico,  con lo que parecían unas iniciales grabadas "C.L." junto a las que supuso serían las de Hugo "H.H.".  Pero no estaba segura de ello, aquel mechero podría haber sido de cualquier otra persona y acabar en el bolso de Amelia. ¿Quién sería "C.L.? En aquel momento no importaba.Cualquier otra persona lo hubiera tirado, pensó Luisita. Entonces se le ocurrió una palabra que resumía su sentimiento respecto a Amelia: orgullo.

Oyó la voz de Amelia y luego consiguió distinguir las palabras: "no estoy sola en casa", después entendió "me parece una buena razón, no sé qué otra cosa iba a... ¿Y por qué no mañana? Si tú...".

Luego no oyó nada más hasta oír los pasos de Amelia entrando de nuevo en la sala. Luisita adivinó que, fuera quien fuese el que estuviera hablando con ella, le había colgado el teléfono. "¿Quién se atrevía?", se preguntó la rubia.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora