27 - Fantasía cumplida (Pedraza V)

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Cuando Amelia volvió junto a Luisita, quien la estaba esperando en aquella terraza mientras apuraba su café, las luces del atardecer ya se habían apagado y las de la noche reinaban por su espectacular brillo. La terraza del restaurante tenía la misma decoración luminosa que la de su habitación. El romanticismo brillaba, nunca mejor dicho, por todas partes. Una infinidad de lucecitas adornaban las plantas, árboles y arbustos de aquella terraza.

-¿No te parecen mágicas estas lucecitas, Amelia? Son como tener las estrellas del cielo a nuestros pies.

-Tú sí que me pareces mágica. -respondió Amelia recostándose sobre el sillón en el que estaba sentada Luisita, lo dijo en un simple susurro, pero consiguiendo que su aliento rozara el lóbulo de la joven, erizando así la piel de todo su cuerpo. -Vamos a la habitación, allí tenemos exactamente las mismas vistas y la misma decoración que aquí, pero tendremos la intimidad para que pueda hacerte mía bajo las luces, y sentir realmente el cielo en la tierra.

-Sí, claro, vamos. Si es que en este lugar todo es de lo más romántico.

Amelia le tendió la mano a Luisita, para que la tomara al levantarse del sillón. Para levantarla se ese cálido sillón, lleno de almohadas, en el cual se había recostado hacía unos segundos con la intención de despertar todos los sentidos de la rubia con un simple roce en su piel. El resultado había sido más de lo esperado. Ahora tenía una Luisita ruborizada, sumergida en el encanto de aquel ambiente tan romántico. Una Luisita deseosa de llegar a la habitación, pero esa Luisita debería esperar un poco a llegar al clímax de la excitación que estaba empezando a sentir. Aquella iba a ser una noche muy especial para las dos.

Llegaron de la mano a la habitación, con los dedos entrelazados, siempre entrelazados. Amelia abrió la puerta con una sola mano bajo la enamorada mirada de Luisita. No podía apartar los ojos de ella. Esta tarde, bajo la luz naranja de la tardecer, la había visto más bella que nunca. Esa belleza extra reflejada en su ser, no había desaparecido al apagarse los colores de la tarde. Ahora era aún más bella, si aquello era posible.

Ahora venía lo difícil. Amelia debía entretener a su chica, debía disfrutar con ella de aquel ambiente tan romántico de la terraza de la habitación, tal y como le había prometido. Debía besarla abrazarla, y acariciarla hasta que sus sentidos no pudieran más y necesitarán ir hasta el final.

Pero ese paso no podían darlo, no en aquel momento, y Amelia se las tendría que ingeniar para que Luisita no sospechara del motivo.

Luisita sabía que le aguardaba una sorpresa, pero ni se imaginaba lo que era, entre otras cosas, porque jamás pensó que aquello que le iba suceder podría sucederle a una persona.

Al llegar a Pedraza, antes de entrar al parador y aún en el coche, luisita expresó sus ganas de tomar allí mismo a Amelia, quien la hizo esperar y le prometió que acabaría cumpliendo su deseo. 48 horas más tarde, su amada, su Amelia, había preparado una cita espectacularmente romántica en el asiento trasero de su coche. No le faltaba detalle.

Entraron a la habitación y Amelia guió de la mano a Luisita directamente hacia la terraza. Encendió la estufa de exterior y se sentaron en el sofá que quedaba a su resguardo. Amelia, quien ya se había informado del tema, presionó un botón de un mando a distancia que estaba colgado del tronco principal de la estufa. Ese mando encendía todas las lucecitas  cual estrellas, pudiendo así disfrutar del mismo ambiente que había en la terraza del restaurante.

Subieron sus pies a la mesita auxiliar y taparon sus piernas con la manta dejada ahí para ese propósito. Era como estar frente a la chimenea del salón de la habitación, pero bajo la gélida brisa que anunciaba nieve.

-Amelia, hoy no se ve la luna que tanto me gusta mirar. El cielo está tapado por las nubes y éstas cubren tanto la luna como a las estrellas.

-La luna no sé si la veremos, pero te aseguro que esta noche veremos muchas estrellas, no sólo las lucecitas que ambientan este momento.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora