53 - El día antes de que llegaras

1.3K 84 19
                                    

Luisita ya era un poco más libre en muchos sentidos. De hecho, jamás pensó que pudiera llegar a sentirse tan libre, ya que nunca fue consciente de lo mucho que se reprimía en su vida. No sabía la necesidad que tenía de vivir y de sentir todo aquello que guardaba dentro de sí, hasta que conoció a la actriz.

Exponerse de aquella manera ante Amelia, le había abierto la puerta a una total liberación que no tardaría mucho en conseguir.

Todo había empezado cuando Luisita decidió seguir las indicaciones de su morena y dejarse llevar. El excitante numerito que fue capaz de llevar a cabo bajo la infartada mirada de Amelia, había sido la gota que colmaba el vaso. El vaso rebosó, y mucho. Luisita se dio cuenta de que si era capaz de provocar aquello en una persona como Amelia, sería capaz de provocar cualquier sentimiento que se propusiera a través de sus palabras, a través de sus textos y a través de las obras teatrales que sabía que iba a escribir. Todas y cada una de ellas por y para su gran diva del teatro.

Luisita no se dio cuenta de lo bien que lo estaba haciendo, de cómo se estaba dejando llevar, de cómo sentía cada contacto con su propio cuerpo y de lo excitante que ello resultaba, hasta que notó que Amelia ya no podía respirar por sí sola. Llegó un momento en el que la morena necesitaba de los movimientos de la joven, de sus sexys contoneos y de sus afrodisíacos tocamientos para poder llenar sus pulmones de aire.

En el instante en que Luisita percibió todos aquellos sentimientos que despertaba en su Amelia, pudo relajarse, pudo llenar sus propios pulmones de aire sin ser consciente de ello. Ya no necesitaba pensar en que debía inspirar y expirar para conseguir respirar y así mantenerse con vida, ya no necesitaba dar esa orden a su cerebro constantemente. Por fin lo hacía inconscientemente, como el resto de la gente. Pero el resto de la gente no tenía la fortuna de compartir sus días junto a una persona tan maravillosa como lo era Amelia.

A veces todo aquello aún le parecía un sueño. Hacía 13 días se sentía como un pez atrapado en una pequeña pecera redonda, dando vueltas a lo que pensaba que era la felicidad. No se permitía soñar con nada más, no sabía que existía nada más. Ahora, esa pequeña pecera se había volcado en el más hermoso y cálido de los océanos.

Desde luego, la experiencia que estaba teniendo con aquella explosiva mujer, la estaba cambiando de los pies a la cabeza. Iba a cambiar su vida para mejor en todos los sentidos. No volvería a Madrid siendo la misma. Según Amelia, ese era el objetivo del viaje. Según ella, era un magnífico cambio que no sabía que necesitaba, pero que ahora creía imprescindible para seguir viviendo.

La rubia salió del cuarto de baño envuelta en una toalla, minúscula, pero se podía considerar una toalla. Su pelo estaba envuelto en otra, al parecer, del mismo tamaño que la que cubría parte de su cuerpo.

-¿Realmente crees que esa toalla es necesaria? -preguntó Amelia con su característica subida de ceja. Con aquella pregunta, Amelia logró cuestionar todo el mundo de Luisita.

-Me estoy secando, mientras mi cuerpo está envuelto en la toalla va absorbiendo el exceso de humedad.

-Yo podría absorber tu exceso de humedad, si quisieras. -Amelia pasó la lengua sobre sus labios en un gesto muy provocador.

-No me provoques que sólo nos quedan unas horas en este pueblo y no quiero perderme ninguno de los encantos que nos puede ofrecer. -Luisita sólo pensaba en dejar caer aquella minúscula toalla, pero si lo hacía estaba perdida, ella y el día de turismo.

-Sabes perfectamente que el mejor encanto que te puede ofrecer este pueblo soy yo. -Amelia era sexy, tremendamente sexy, y más aún cuando intentaba picar a Luisita de aquella manera.

-Pues sí, lo tengo clarísimo. Pero espero poder disfrutar de tus encantos el resto de mi vida y no sé si volveré a pisar está bonita villa. Así que, por favor, entra a la ducha mientras yo me voy vistiendo.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora