52 -No te calles nada 🔥🔥🔥

1.7K 89 36
                                    

Amelia despertó entre los brazos de Luisita, con la cara hundida en su cuello y respirando directamente de su punto de pulso. Los cabellos rubios de la joven estaban alborotados sobre el colchón, justo donde deberían estar las almohadas. Realmente no sabía dónde habían acabado las almohadas, les molestaban.

Amelia había despertado por las cosquillas que le decía uno de aquellos rubios mechones en la nariz. Cuando abrió los ojos y descubrió al culpable de aquel roce, se quedó unos segundos disfrutando de la sensación de paz y felicidad que aquella imagen le transmitía, pero debido a las tremendas cosquillas que seguía haciéndole, tuvo que retirar aquel precioso mechón. Ahora sí, sin nada que se interpusiera entre sus labios y la piel de Luisita, Amelia frotó suavemente su nariz por el cuello de la rubia, respirando, inspirando, impregnándose de su aroma y y de lo bien que se sentía aquella cercanía. Contuvo las tremendas ganas de besarla, no quería despertarla, necesitaba alargar aquellos instantes tan intensos. Puso todos sus sentidos en absorber lo que te ofrecía aquel momento. Pero Luisita despertó. No se movió ni abrió los ojos, voluntariamente no hizo nada que la pudiera delatar. Simplemente el pulso de su cuello se aceleró y eso no pasó desapercibido para Amelia, quien podía notar perfectamente aquellos golpes sobre su mejilla.

Luisita seguía disimulando, haciéndose la dormida.
Amelia seguía fingiendo no haberse dado cuenta para para seguir estirando todo lo posible aquel momento. Y así transcurrieron los minutos.

Los momentos como aquellos, momentos en los que disfrutaba de las sensaciones que le transmitía ver a su novia dormida, en la cama que compartían, entre las mismas sábanas, abrazada ella, rozando sus pieles, respirando sus aromas... eran momentos únicas comparables a los que vivían justo después de hacer el amor. Ese ratito, unos días más extenso que otros, en el que se disfrutaban antes de rendirse al sueño una en los brazos de la otra.

Amelia puso en marcha su plan para despertar a Luisita, un plan dulce y suave. Primero retiró su cara del cuello de la joven, pero no mucho, lo justo para situarse en un ángulo que le permitiera gozar de una imagen completa de la carita más bonita que había visto en la vida.

Ahora tenía una vista completa del rostro de su rubia, de aquella preciosa y dulce fisonomía que deseaba ver todas las mañanas de su vida.

Se dedicó a mirarla, a disfrutarla, a adorarla durante varios minutos. En el fondo no quería despertarla. Despertarla era como quitarle la inocencia a aquel momento. Bastante inocencia le había quitado ya a Luisita en los pocos días que hacía que se conocían. Realmente necesitaba arrancar de cuajo casi toda la inocencia que le quedaba antes de emprender su nueva vida, una vida la una junto a la otra, siendo amigas, amantes, esposas, madres y trabajando juntas, aunque una para la otra de cara a la galería.

Quitarle casi toda la inocencia, porque sin una parte de aquella inocencia, Luisita no sería Luisita.

La segunda fase fue ponerla nerviosa, se la quedó mirando, tumbada de lado con la cabeza apoyada sobre el codo. Sabía que Luisita estaba notando esa mirada que traspasaba su piel. Pero la rubia, cada vez más segura de sí misma, aguantó mucho más de lo que Amelia esperaba, se notaba que estaba perdiendo aquella vergüenza que tanto la caracterizaba cuando la conoció. Así que atacó con la fase tres, soplando suavemente sobre el rostro de la joven, transmitiendo en forma de ráfaga de aire todo el amor que sentía por ella. A Luisita le temblaron las pestañas al recibir el aliento de su morena, los colores de sus mejillas iban en aumento y sus labios empezaban a separarse deseosos de atrapar aquel cálido aliento que le calaba el rostro, a la vez que le decía cuanto la quería.

Aquella estoica Luisita aguantaba demostrando todo lo que había madurado en tan sólo un par de semanas. Su imperturbable serenidad estaba empezando a preocupar a Amelia. Tendría que avanzar hasta la fase cuatro.

Carol, una historia Luimelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora