Capítulo 8: Scott y la oscuridad.

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La estadía en casa de Masón, para Elle fue demasiada larga y cuando por fin regresó al apartamento se topó con el cuadro que dejó Scott, a Lía en el sofá, con las tazas de café frente a ella pero los pensamientos de Lía no están allí.

— ¿Me perdí de algo?– pregunta Elle, dejando las bolsas del supermercado en la cocina.

— Scott, él pasa— Lía, larga un pesado suspiro, – le dije que estudie periodismo y fue como si le hubiera dicho que estudie para ser una asesina serial.

— ahhhh— sigue Elle, recordando que ella sabe algo que Lía aún no, —no te pongas así— se acerca a ella, — quizás tiene motivos.

— él cree que voy a vender no sé qué a quién, como si yo le fuera a sacar información.

— bueno— Elle, frunce los labios.
— le pedí a Masón que averiguará más sobre él— dibuja una sonrisa inocente, — y resulta que él tiene motivos para desconfiar, no por tí— aclara, — pero lo engañaron, lo enamoraron, él confío en ella y esa periodista público todo lo que él le contó.

— ¿Esa maldita hizo eso?— hace una mueca de disgusto.

— la muy malita lo hizo— Elle, niega con la cabeza, — creo que hasta me da pena Scott.

— pero él cree que yo soy ella, que le haré lo mismo.

— pues, no lo culpo. Yo pensaría lo mismo.

— ¡Elle!

— Okey, no. Pero es la verdad— Elle, se levanta de su lugar para comenzar  a sacar las cosas que compró.

— ¿Por qué a ella si le contó cosas de él?— sigue Lía, más para ella misma pero Elle la escucha perfectamente.

— quizás porque....— la cabeza de Elle, trabaja a cien por segundos para encontrar una respuesta que no lastime a su amiga.

—porque a mi no me tiene confianza— completa Lía, con un nudo en la garganta.

— No— salta Elle, — creo que él no confía en nadie.

— pero en ella si confío.

— ¡Oh por favor, Lia! No te vuelvas melodramática.

— porque a ella la amaba— y ya no está escuchando a Elle, tiene ese pensamiento muy clavado y antes que diga algo más, se levanta y camina lentamente hacia su habitación dejando a Elle, con la palabra en la boca.
Afortunadamente, antes que ella también se vuelva loca por no saber que decir, Masón comienza a llamarla.

— ¿Se lo dijiste?— Pregunta Masón, haciendo alusión a Lía.

— se lo dije— larga un suspiro,
— ahora está hecha un manojo de nervios, tristeza y de más.

— ¿Arruinamos la relación?

— No lo creo, sinceramente, no...

Gina, Gina, Gina y es la única palabra que gira alrededor de la cabeza de Lía cuando trata de dormir, tanto que a la media noche tuvo que abandonar su cama y ahora está mirando por la ventana de su habitación, que no es la misma perfecta vista que posee Scott.
Aún no puede olvidar a el chico que le entregó sus más preciados secretos a esa mujer, Gina, totalmente enamorado para que  luego ella lo divulgue como uno más de los chismes de los famosos, y  ahora él, no quiere compartir ni un pequeño recuerdo de su pasado con Lía.
— ¿Qué tanto hizo ella para ganarse tu confianza?— murmura Lía, para si.
—¿Qué ocultas, Scott?
Pero es una más de ciento de preguntas sin respuestas, por ahora.
De nuevo llevada por el impulso, ese maldito impulso que la hace quitarse el pijama, ponerse la primera ropa que encuentra, zapatillas, tomar su móvil, dinero y salir del edificio sin llamar la atención de Elle.
Minutos después, el taxi que la lleva al apartamento de Scott, es conducido por un hombre que para nada esta dispuesto a que dentro del auto reine el silencio, así que habla todo el camino.
Cuando llegan frente al edificio, el hombre se despide  con un “hasta luego, buena charla” aunque él haya hablado todo el camino.

Mi Dulce Perdición ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora