Capítulo 1: El chico en la biblioteca.

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La biblioteca está llena, como si fuera demasiado común en aquel lugar, no era por nada pero se trata de una de las pocas bibliotecas que se encuentran en los barrios más bajos de los Ángeles, así que verla un día viernes con personas sentadas en los bancos se hacía más extraño. Lía, se adentro entre las estanterías de la sección de novelas, su preferida, tomó una nueva novela que iba a comenzar a leer y se paró en el medio de la sala, rogando por un espacio donde sentarse, odiaría tener que irce, ya que ese era su lapso de una hora entre su  trabajo y la llegada del autobús que la lleva de regreso a casa donde vive con su mejor amiga, Elle. Ambas con sus florecidos 23 años, se conocieron en la universidad, becados para conseguir un futuro mejor; Elle estudio arte, dibujo y Lía periodismo aunque se le es difícil conseguir trabajo ya que parece ser la dura realidad de los recién egresados. Sin embargo, luego de terminar sus carreras nisiquiera se mudaron del apartamento que comparten ya que son buenas amigas y para sobrevivir trabajan como meseras, Elle en un bar
y Lía en un restaurante...

Los ojos de Lía se mueven de un lado hacia otro, buscando un lugar y lo encuentra, una mesa pequeña, redonda y con sola una persona allí. ¿Por qué un hombre solo podía ocupar ese lugar? Sin pensarlo demasiado, tomó la silla que estaba en una esquina, la levantó y se acercó a la mesa.

—Hola— saluda Lía, con su mejor sonrisa cuando deja su libro sobre la mesa pero el joven frente a ella, que no aparenta más de veintisiete años, apenas levanta la vista de su libro unos segundos y nisiquiera parece una mirada de agrado, más bien de fastidio pero aún así, le parece encantador, un joven sexi leyendo en una de las bibliotecas bajas de los Ángeles aunque para nada aparenta ser un hombre humilde, viste todo de negro, remera negra, chaqueta de cuero negro, pantalones negros, que compiten con su piel blanca, su cabello color miel y un par de seductores ojos azules. Así era imposible pedir la concentración que se necesita para empezar un nuevo libro y tampoco hay apuro para hacerlo, además los ojos de Lía involuntariamente van hacia él hasta que el joven desconocido se percata de la mirada de Lía, así que le sostiene la mirada con la misma intensidad con la que miras a alguien que no te cae bien,

— Hola— repite Lía, al verse al descubierto pero el joven solo hace un leve movimento de cabeza, se recuesta más sobre la silla y sigue leyendo. Pero ese gesto tan frío es la señal para Lía de darse por vencida, claro que no conseguirá tener una conversación con él. Por tal motivo, se dispone a leer o al menos lo más cercano a eso y cuando dió justo las ocho menos diez, se levantó de su lugar, sin despedirse ya que no tendría el valor de romper su orgullo de volver a ser rechazada y al dejar el libro en su lugar sale de la biblioteca para llegar a la parada de autobuses.

Está semana, su amiga está cubriendo el turno de la noche que comienza justamente a las seis  y sale a las once de la noche, dependiendo la cantidad de personas que hay allí el bar permanece hasta la media noche, afortunadamente su compañero, el barman la trae a casa cuando toma ese turno.

Ya pasó los diez minutos que las separa de las ocho de la noche y aún el autobús no llega, desafortunadamente, hay días que el mismo no pasa por allí, quizás no ve la lógica de pasar por esta calle, frente a la biblioteca.
Lía, está a dos segundos de abandonar su puesto ya que son los ocho y cuarto cuando una voz llega a sus oídos, dirigida a ella.

—Ya no pasá por aquí.

Lía, gira inmediatamente hacia el dueño de esa voz.

"Es él, el chico de la biblioteca, el mismo que te ignoró fríamente" piensa Lía pero se limita a largar un suspiro agotador.

— Gracias —continua pero tiene miedo que su voz le falle ante ese par de ojos azules, el chico que es un poco más alto que ella y antes de caer en la tentación, dibuja una leve sonrisa, que claramente no es respondida de la misma forma; con el orgullo roto, gira sobre sus talones y comienza a caminar, aferrando su mano derecha a la tira desgastada de su bolso aunque le hubiera encantado preguntarle cómo él sabía eso del autobús pero la mirada penetrante y fría, no la dejaron continuar.
Media hora después, llegó al apartamento, vacío, ya que Elle no está y ante el ensordecedor silencio, enciende el televisor y llega a  la cocina para beber un vaso de agua pero desde allí escucha de nuevo esa voz, esa voz ronca. Apenas asoma su cabeza y ve en la televisión al mismo joven, dando una nota con el encabezado de " Scott Miller, acaba de cerrar un contrato multimillonario".

Mi Dulce Perdición ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora