Donkey

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PDV de Jack

Abrí la puerta de mi auto y le ofrecí mi mano a Elsa para ayudarla a bajar.

–Gracias– Ella me miró y yo a ella, se veía hermosa usando aquel vestido blanco corte A con tirantes caídos, sobre este usaba una abrigadora gabardina color camello para protegerla de las bajas temperaturas y la nieve.

–¿Ya te dije lo bella que te ves?– pregunté sin recordar.

–Como unas siete veces– ella se inclinó sobre mi cuello –Déjame arreglar tu corbata– levanté mi cuello permitiéndole maniobrar con mayor facilidad.

–Lo siento, la vez pasada mi madre me ayudó con esto, pero hoy ella estaba algo ocupada– suspiré sintiéndome tonto por no saber atar una simple corbata.

–Te ves muy apuesto– dijo terminando de rehacer el nudo y besando mi mejilla –¿Ya te lo había dicho?–

–Mhhh, como unas siete veces– respondí.

–Vamos, nos esperan allá adentro– ella entrelazó su brazo con el mío y comenzamos a caminar hacia las escaleras de cantera de la elegante entrada de museo donde se llevaría a cabo la exhibición.

–¿Qué hay de Anna?– pregunté con nerviosismo, hasta ahora no había tenido las agallas de preguntarle por ella.

–Fue difícil convencerla de salir, pero ya sabes, es algo muy importante para Punzie así que ella accedió a venir con ella desde temprano– contestó con una sonrisa apagada.

–Como van las cosas entre ustedes dos– ambos atravesamos la puerta giratoria para ser recibidos por la calidez que nos ofrecía el interior.

–Me perdonó, pero aun puedo sentir la tensión entre nosotras, creo que con unos días más suplicando de rodillas sanará todo– respondió con un suspiro quitándose el abrigo y entregándolo a la joven que los estaba recibiendo detrás de un mostrador para después acomodarlos en un compartimiento.

–Eso me imaginé– mi expresión se volvió una mueca –Ya se lo que debo de hacer para que ella considere perdonarme–

–No será fácil, Jack– me miró con lastima.

–Me temo que no– coloqué mi mano libre sobre su mano que seguía entrelazada en mi brazo y acaricié su suave piel de tono lechoso.

–Chicos, por aquí– una voz susurrante llamo nuestra atención.

Merida estaba de pie usando un vestido celeste que, hacia resaltar el color de sus ojos, su cabello estaba siendo contenido por una diadema que iba a juego, además usaba un par de tacones y maquillaje ligero.

–Bañada la gente cambia– bromeé sonriéndole de lado de forma juguetona.

–¿Tu que sabes de bañarte, Frost?– sentía sus ojos atravesar mi piel como un par de dagas.

–Ignóralo– Elsa rodó los ojos –Me encanta tu vestido, te ves aún más hermosa– Elsa le sonrió maravillada.

–Tiene razón– tenía que admitirlo, su aspecto seguro atraería la atención de más de uno esta noche.

–Gracias– arqueé las cejas al notar un leve enrojecimiento en sus mejillas como si estuviera avergonzada y a la vez sorprendida –Mi madre me obligó a usarlo–

–¿Y dónde está la estrella de la noche?– pregunté esperando saber de Rapunzel.

–Ha estado ocupada– se encogió de hombros –Ya saben, hablando con todos esos señores estirados de bigote recortado–

–¿Te refieres a los invitados?– preguntó Elsa.

–Sí, esas cosas– respondió sin darle mucha importancia al asunto –Y Anna no está de muy buen humor todavia, así que decidí esperar a ver si alguien más llegaba a rescatarme del eterno aburrimiento... Es decir, miren esto, ¿Cómo se le puede llamar arte a esto?– se aceró a una de las pinturas señalándola con frustración.

Last chancesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora