Jack suspiró con frustración frotándose el rostro cansado y ojeroso –Ya le dije, no tengo ni idea de cómo eso llegó a mi mochila–
–Jack solo admítelo– Astrid lo miró con una mezcla de molestia y preocupación.
–No voy a admitir algo que no hice– golpeo suavemente la mesa.
El hombre uniformado de nombre Clayton frunció el ceño con desconfianza –Iré por un café y más vale que para cuando vuelva tengas una explicación, jovencito– el hombre tomó su taza de café y se levantó saliendo de la habitación.
–Jack– Elsa se sentó en la silla recién desocupada. Ella tomó su mano haciendo que lo mirara a los ojos –Dime la verdad, ¿tú lo hiciste?–
El muchacho peliblanco la miró con sinceridad y algo dolido por la desconfianza, aunque por sus antecedentes, no era de esperarse menos.
–Elsa, te juro que yo no estaba tratando de robarme ese pingüino– respondió con seguridad.
Ella le sonrió –Te creo– suspiró –pero debemos de lograr convencerlos de que dices la verdad–
–No será nada fácil– Hipo se apoyó sobre el respaldo de la silla de Jack –Recuerda que intentó montar una ballena–
–O cuando se puso a molestar a los tiburones del acuario en Japón– Astrid rodó los ojos
Elsa le lanzó una mirada divertida –No olvidemos que casi nos echan de Australia cuando te pusiste a boxear con ese Canguro–
Jack suspiró –Debes de admitir que ese canguro de verdad se parecía a Aster, además, ¡el me provoco primero!– cerró su puño con ira.
–Amigo, en serio, ¿Cuál es tu problema con los animales?– Astrid peguntó sin comprender.
–¡Amo a los animales!... pero admito que no tomo mis mejores decisiones cuando estoy cerca de uno–
–Aja– Elsa cursó los brazos reprimiendo una risa.
–¡Pero esta vez yo no hice nada!– miró a sus tres amigos con impotencia –Ese pingüino se metió solo–
–Jack, estamos en la Patagonia, a miles de millas de nuestro país, debemos de encontrar la forma de que ellos te crean– Astrid le hizo ver –Eso sin mencionar que mañana debemos partir rumbo al desierto de Atacama–
Hipo asintió –Es verdad, ya vamos retrasados, si no nos apuramos con el itinerario en Sur América no nos quedara tiempo suficiente para llegar a México y yo de verdad quiero probar los tacos de los que nos habló Miguel–
Jack suspiró –Creo que tengo un plan, déjenmelo a mí–
La puerta se abrió y el hombre entró de nuevo en la habitación con su taza humeante.
Se aclaró la garganta mirando a Elsa –Lo siento– musitó ella poniéndose de pie.
–¿Y bien?– cruzó sus piernas sobre la mesa.
–Puedo probarle que decía la verdad– Jack le dijo.
–¿Cómo harás eso niño bonito?– arqueó una ceja.
–Solo lléveme con ellos...–
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Clayton se rascó la cabeza confundido –No sé qué decir, en mis diez años de experiencia nunca vi algo como esto–
Jack corría de un lado a otro siendo perseguido por el mismo pingüino que se había colado en su mochila.
–No soy experto en vida salvaje, pero yo diría que ese pingüino se ha improntado de Jack– explicó Hipo cruzado de brazos analizando la situación.
–¿Eso es posible?– preguntó Astrid sin terminar de estar convencida de aquella explicación.
–Jack, ¿puedo ver tu mochila?– preguntó Elsa extendiendo la mano.
El peliblanco asintió sin preguntar y se descolgó la mochila de los hombros para pasársela a Elsa, el pingüino rápidamente corrió hacia donde estaba Elsa.
–Creo que solo quiere lo que tiene la mochila– comentó Astrid dándose cuenta de aquello.
–Esta mañana estuvimos almorzando y dijiste que guardarías un poco de la comida para más tarde– relató Elsa –Creo que el culpable de esta situación son las famosas empanadas argentinas– sostuvo en alto el recipiente plástico con la comida en su interior. El adorable animal se mostró emocionado al ver la comida, comenzó a aletear para demostrar su excitación.
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Esa noche Jack permanecía en la cama del hotel apoyando su mentón en la palma de su mano, no podía parar de pensar y sentirse triste.
–Jack– Elsa se acercó con su cabello húmedo y su bata cubriendo su cuerpo, ocultaba algo tras su espalda –Se lo mucho que te habías emocionado con Paco– el nombre que le había otorgado a su amigo por conveniencia –Pero sabes bien que él esta donde pertenece–
Jack asintió –Lo sé, es solo que me pareció muy adorable–
–Sabes... estaba pensando que tal vez esta noche podrías dormir con él– le extendió el muñeco bien conocido.
–¿Sir jorgenbjorgen?, ¿de verdad me lo prestas?– Jack levanto la vista sorprendido por el gesto.
Ella asintió sentándose a su lado –Se que no es un pingüino de verdad, pero...–
El muchacho negó con la cabeza –Gracias, Elsa–
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Last chances
RomanceJack Frost y Elsa se gustan, todos lo saben, excepto ellos. ¿Podran ser capaces de confesar sus sentimientos en su último año de High school?