𝑐𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 11

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𝑠𝑎𝑏𝑜𝑟 𝑎 𝑔𝑙𝑜𝑟𝑖𝑎

Febrero, 2019.

MAXIMUS

Cincuenta y cinco días, era la cantidad de tiempo que llevaba sin verla. La última vez que la crucé, fue en la despedida de Jude. Aunque el último acercamiento real, sucedió la noche de la graduación, donde bailamos a escondidas en el aparcamiento, hasta que un grupo de sujetos hicieron destrozos a mi vehículo. Poco después supe que, se trataba de una venganza que provenía de los negocios sucios del padre de Irvin. La familia se hizo cargo. Pagó los daños y yo, entendí dónde estaba metido y los riegos que corría.

Al final, Irvin dijo que no tenía que preocuparme. Lo tenían bajo control y nos mantendríamos en perfil bajo durante algún tiempo.

Jude se marchó poco después de año nuevo. El día de la despedida sorpresa que su familia organizó, tuvimos una conversación privada al margen del salón. Me contó que su relación con Luna quedaba en pausa, pero él estaba tan seguro de que a su regreso lo retomarían, que compró un anillo de compromiso. <<Se lo daré al regresar>> dijo, se veía tan ilusionado que no tuve fuerza suficiente para decirle que su idea me parecía pésima. Sin embargo, aquel gesto, por otro lado, me acobardó. Mis planes tambalearon, débiles. ¿Sería capaz de interferir e involucrarme con la persona que mi mejor amigo llama "el amor de su vida"?

La situación resultaba una ironía. La mayoría de las veces que Luna y yo nos topábamos, se debía a Jude. Él nos reunía en los mismos sitios o nos obligaba a tener una conversación –aunque eso significara molestarnos y jodernos de la vida.

Así, con la ausencia de Jude, el contacto empezó a disolverse. En su lugar, llegaron las largas madrugadas donde escribía mensajes de textos cursis que nunca alanzaba a enviar porque los borraba antes. Veía su rostro en las redes sociales, sabía que asistía a fiestas de vez en cuando y que el resto del tiempo, lo pasaba en la panadería trabajando con sus padres.

Pasé por allí un par de veces, pero nunca me animé a detenerme.

Miraba el celular hasta quedarme dormido, esperando que ella tuviera agallas para buscarme.

No había señales.

Y como si fuera poco, la soñaba. Ni siquiera tenía que fantasear con ella antes de dormir, mi mente lo hacía por sí sola. Soñaba que aparecía en mi habitación, que me sonreía con complicidad y luego, empezaba a quitarse las prendas hasta quedar en ropa interior, el mismo conjunto de encaje que lucía en la foto que envió por "equivocación". Entonces, susurraba algo. Decía que la tarea de eliminar las últimas dos prendas, me la dejaba a mí. El sueño subía de nivel, hasta que despertaba excitado y completamente sudado. Tenía que hacer algo con eso, o acabaría volviéndome loco.

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"Maximus Crawford, el número 1"

El cartel, de fondo negro y letras brillantes doradas, colgaba en medio de la sala principal de casa. Se sintió halagador al principio, pero leerlo tantas veces empezaba a ser agobiante.

Hace dos días, quedé seleccionado por el equipo de futbol americano de la universidad de Kingdom, a doscientos veinte kilómetros de la ciudad. Se trataba de una beca deportiva, aspirando a la oportunidad de, en un futuro, ser elegido para competir en la Liga Nacional de Fútbol Americano.

Tomé la noticia con tranquilidad, esperaba que algo así sucediera. Durante todos los años en preparatoria oí a los entrenadores decir que me convertiría en la próxima estrella del deporte. Sin embargo, la gente a mí alrededor enloqueció. La popularidad los encandilaba, incluyendo a mis padres. Así fue como Irvin los convenció de dar una fiesta en casa para celebrar el triunfo.

Asuntos ilícitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora