𝑒𝑠𝑡𝑜𝑦 𝑡𝑎𝑛 𝑣𝑎𝑐𝑖𝑜
Julio, 2020
MAXIMUS
—Lo siento mucho, Maximus. Entiendes que un final así era probable ¿no? —escucho la voz del abogado retumbar como un eco; un ruido lejano de una realidad que no me pertenece, esto es una pesadilla que se acabará pronto, despertaré y será todo como antes.
Buscaré los pasajes que saqué para Grecia, pasaré a recogerla y tomaremos ese avión directo a vivir el viaje de nuestras vidas.
La molestaré porque teme a los aviones, pero después la estrecharé entre mis brazos, viéndola dormir, hasta que nos ordenen colocarnos los cinturones de seguridad porque estamos a punto de aterrizar. En Grecia, le compraré un anillo y soportaré que se burle de mí por ser un cursi, porque en medio de una playa paradisiaca le diré que quiero pasar el resto de mi vida con ella.
Luego de hacerlo un millón de veces en el cuarto de hotel, volveré a bromear sobre tener hijos, aunque tengamos dieciocho años y seamos un par de inexpertos que apenas están saliendo al mundo. Luna me golpeará de forma inofensiva y me pedirá que no mencione esas ideas estúpidas, entonces le diré que es solo en un chiste, pero en el fondo sabrá que también lo digo en serio.
Me colocaré bajo el sol, con la excusa de broncearme y ella me regañará largando una desarrollada explicación sobre por qué los rayos de sol son dañinos para piel, hasta conseguir que use protector solar. Dormiré sobre su pecho, aferrado a su cintura, mientras lee algún libro y de fondo oímos el sonido del mar, las olas golpeando contra la costa. Y cuando se haya cansado de leer, me despertará con esa voz dulce que solo usaba conmigo en esa clase de ocasiones, al mismo tiempo que sus dedos se deslizan entre mi cabello, haciéndome sentir el ser humano más afortunado del mundo.
La suerte que tuve de tenerte, Luna. Aún no entiendo por qué a mí.
¿Por qué me amaste a mí?
—¿Tienes preguntas? Quiero que sepas que hay una psicóloga disponible para hablar contigo en cualquier momento —continúa.
Me siento tan ajeno a esto.
—¿No podemos llevarlo a casa? —pregunta mi madre, intentando acariciarme el hombro, pero me rehúso al contacto.
—Ahora no, imposible. Pero es probable que en un par de semanas consigamos la libertad condicional. El audio lo cambió todo —afirma y me da igual. Ojalá no existiera ese maldito audio—. Piensa en eso, Maximus. Piensa en que volverás a casa pronto.
No hago nada. De pronto, es como si funcionara en modo automático.
Ella era mi casa.
Se despiden de mí, regreso a la celda y me siento en el piso. Bajo la mirada, observo un punto fijo durante un largo rato. Más tarde, el guardia me ordena salir almorzar y pese a que tengo la sensación de que no puedo moverme, él me obliga hacerlo, dándome algunas sacudidas.
Continúo sin pensar demasiado sobre lo que hago, actúo por inercia: llego al comedor, sostengo la bandeja, hago la fila, me sirven la comida, busco un asiento y permanezco inerte, sin probar bocado.
Regreso a la celda. Vuelven a buscarme.
No sé cuánto tiempo pasa, pero dicen que es hora de salir al patio.
Al aire libre, permanezco apartado, sintiendo que nada de esto tiene sentido.
Esto no puede estar pasando.
Es anti natural que ella ya no esté y yo siga aquí.
Sigo aquí, maldición. Sigo aquí respirando, percibiendo la calidez de los rayos de sol golpeando contra mi piel, oyendo los ruidos externos, observando lo azul que luce el cielo o simplemente viendo como los demás a mí alrededor están vivos, mientras yo comienzo a sentirme muerto.
Un grupo de convictos respetados juegan basquetbol e intercedo el partido, imponiéndome frente al más agresivo, aquel que tiene ataques de furia y sabe que pasará el resto de su vida en la cárcel, por lo tanto, no le importa seguir cometiendo delitos dentro.
Lo escupo en medio de la cara.
Los que están a mí alrededor, observan como si acabara de cometer la peor locura. No importa. Sé que ninguno de ellos me defenderá porque me odian y eso es precisamente lo que me incentivó a hacer lo que hice.
Tal como esperaba, el hombre me derriba dándome un golpe en la mandíbula.
—¿Eso es lo mejor que tienes? —rio, burlándome.
Su furia se incrementa y la deja fluir, iniciando lo que probamente será la mayor paliza que me han dado en la vida.
Podría defenderme con facilidad, pero lo dejo golpearme; patadas, puñetazos, sacudidas. Rendido en el piso de cemento, veo un charco de sangre y experimento una dolorosa satisfacción. Lloro como si fuera un niño pequeño y en medio de ese alboroto, comprendo la magnitud de lo que pasó.
Luna se fue. Se llevó mis ganas de amar y de vivir. Se llevó todo.
Morí esa noche, Luna.
Mientras tu morías, yo me iba contigo.
Sin saberlo, también me estaban matando.
NOTA DE AUTORA: Hola, de nuevo. ¿Qué tal están? Espero que no tan mal... Primero que nada, perdón. Perdón por esto. Segundo, este fue el penúltimo capítulo, el próximo será el último y luego un epílogo... Y también un agradecimiento (junto a una explicación) de por qué elegí este final.
Espero que no me odien tanto, porque yo las amo y realmente les agradezco el apoyo a esta novela corta que fue creciendo de a pequeños pasos, una novela que amé escribir y quizá lo hice lento, pero dedicándole todo mi esfuerzo y amor <3.
¡Necesito de su ayuda! Por favor, si les gusta la novela, voten, comenten y si pueden recomiéndenla a sus amigas/os.
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Asuntos ilícitos
Mystery / Thriller❝El mundo ardía y yo, solo pensaba en estar contigo❞ ☾✰ Luna se preguntó por qué él lo hizo. Le dolía como el infierno. Pensó en los planes, el amor, la pasión y los secretos. En las personas que habían herido. Pensó en él. ¿Acaso lo que vivieron si...