𝑐𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 21

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𝑒́𝑙 𝑓𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑙𝑢𝑧, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑡𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒́𝑛 𝑙𝑎 𝑜𝑠𝑐𝑢𝑟𝑖𝑑𝑎𝑑

Junio, 2020.

Antes de la sentencia.

LUNA

Las pericias determinaron que el golpe que le quitó la vida a la víctima, fue una patada en la cabeza. El cadáver, presentaba múltiples huellas de una suela de zapatilla, que conectaba directamente al culpable.

Las zapatillas pertenecían a Maximus.

Y Maximus lo sabía, me lo dijo la última vez que hablamos. Debido a la pandemia, no tenía permitido visitarlo, así que insistimos hasta que su abogado logró que pudiéramos hacer una video llamada.

Lo vi, sentado en una silla y apoyando los brazos cruzados sobre la mesa. Su labio inferior temblaba levemente mientras hablaba y me hubiera gustado estar ahí, para colocar mis brazos a su alrededor, capturar sus miedos y llevármelos lejos, aunque sea durante un rato.

Pero todo lo que pude hacer fue acariciar esa maldita pantalla.

<<Esa noche le presté mis zapatillas a Irvin>> murmuró, su voz sonaba carrasposa y entrecortada. Su mirada, se veía desgarradora. Él sabía muy bien lo que pasaría, pero le costaba decírmelo porque intuía que me rompería el corazón. Aunque en realidad, era imposible romper algo que se encontraba destrozado.

<<Él las usó. Hasta que llegamos por la madrugada a la cabaña, se las quitó y yo me las puse cuando llegó la policía>>.

Silencio. Ambos teníamos la certeza que el camino era costa abajo. Oscuro.

<<Lu, no hay testigos que puedan verificar que fue así. Me van a culpar>> se ahogó.

Durante un momento, nos perdimos el uno al otro en aquella nebulosa. No soy de llorar, pero tras el impacto, mis ojos desbordaron lágrimas. Conmocionada. No quería llorar. Quería gritar. Quería romperlo todo. Quería estar con él.

Para los medios de comunicación, él era un psicópata asesino y yo, la chica fría y sin corazón que elegía amarlo.

Se equivocaban. Él no era un psicópata. Y yo, no elegí amarlo.

Lo amé porque así ocurrió. Simple y sencillo. Lo amé sin saberlo la primera vez que lo vi, lo amé en las discusiones que teníamos en los pasillos del colegio, lo amé de sorpresa en el baile, lo amé haciéndome enloquecer en la cama y lo amé durante todos los encuentros secretos que manteníamos, cuando no podíamos contarle a nadie sobre lo nuestro.

Lo amé por sobre todas las cosas. Religiosamente.

El amor no se elige. No puedes escoger de quien enamorarte. Tampoco decidir cuándo amar o cuando dejar de hacerlo. El sentimiento está ahí, hecho de recuerdos, presente y sueños a futuro.

Sin embargo, nuestro amor se iba desmoronando. Ya no teníamos presente y los sueños se habían roto, todos.

Vivía de recuerdos. Pensando en su voz despertándome por las mañanas, en las sonrisas que me ofrecía desde el campo de juego o en su cuerpo apropiándose de mí, pidiéndome al oído que fuera para siempre suya.

Pero no era viable vivir para siempre de memorias. Algún día se debilitarían, se perderían en el imaginario, se irían.

<<Tienes que decirles tu versión>> lo miré fijo, albergando una leve esperanza de que funcionaría.

Asuntos ilícitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora