𝑐𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 4

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𝑗𝑢𝑒𝑔𝑜𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑣𝑒𝑟𝑠𝑜𝑠

Abril, 2018.

LUNA

Desprende una energía vibrante. Implacable, brilla con luz propia moviéndose en la cancha y marcando touchdown para luego hacerse en cientos de aplausos y festejos por parte del público que lo alienta desde las gradas. Nuestro equipo está ganando, pero sin dudas, Maximus es la gran estrella.

La promesa deportiva del colegio.

Futuro astro del futbol americano.

Maximus tiene fans. Chicos y chicas que lo alaban, por su estrategia deportiva y también por su atractivo físico. A mí no me engañan. Parte del estudiantado está en el partido para ser testigos de su encanto natural porque, aunque lo deteste la mayoría del tiempo, Maximus es el chico que te detendrías a mirar en cualquier parte.

Y él lo sabe.

El pantalón le sienta estupendo, realza su trasero y marca sus piernas torneadas. De vez en cuando, en los pequeños recesos, corre al margen de la cancha a beber agua, ocasión en la que algunas gotas lo salpican y se levanta parte de la camiseta para secarse la cara. La mitad de su torso al descubierto es una inevitable tentación que te hace desear ver más. El sudor, de alguna forma, lo hace ver todavía más sexy. Entonces se acomoda la prenda y sonríe a la multitud porque lo sabe. Sabe que una proporción de personas están ahora mismo delirando por él.

Pensando, por ejemplo, lo bien que se movería en la cama. Lo bien que lo haría.

Por inercia, muerdo el labio inferior y tengo los ojos fijos en él, cuando, como suele hacerlo, me encuentra con la mirada. Me capta justo ahí, cometiendo el delito de mirar más de la cuenta. Maldición. Acabo de darle una excusa perfecta para que pueda molestarme en una próxima ocasión.

—Luna, ¿te sientes bien? Estás roja —Danielle reaparece en las gradas con dos refrescos, uno en cada mano.

—¿Eh?

—Que estás roja —se ríe. Tiene razón, mi temperatura se elevó y mis mejillas están encendidas. No sé qué decir—. Toma. Refréscate un poco —extiende la bebida y la sostengo de inmediato, aunque vuelvo a enfocar la mirada en Maximus, que está discutiendo con un jugador del equipo contrario—. Uh, esto va a ponerse feo —la chica capta el posible escándalo, el partido se detiene y la pelea se intensifica. Danielle aprieta los dientes, haciendo una mueca de apuros.

—Diablos, no. Maximus, tranquilízate —digo en voz muy baja, como si pudiera enviarle señales telepáticas.

Lo único que podría arruinar su futura carrera exitosa, es su temperamento. Agarrarse a golpes en medio de un partido solo traerá malas consecuencias. El entrenador lo ha reprochado cientos de veces por ser un jugador problemático, pero no hay cura. Aún no aprende a contenerse.

—Uh. No. Le acaban de dar en la cara —emite Danielle, de fondo, el público abuchea al equipo visitante. El jugador contrario le proporcionó a Max un duro golpe en un pómulo y acaban de expulsarlo.

Maximus sigue en juego y, lo conozco tanto, que distingo su minúscula sonrisa victoriosa mientras ve a su enemigo quedar fuera.

Maldito. Me dio un susto de muerte.

—Ya sé que tu novio está ahí. Bueno, técnicamente no está —inicia a comentar la contraria. Digamos que Jude se encuentra en el banco de suplente y no estoy segura de que le permitan participar—. Pero si te dan a elegir entre Irvin y Maximus para... Ya sabes— lo dice en voz baja, divertida.

Asuntos ilícitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora