𝑐𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 26 (𝑓𝑖𝑛𝑎𝑙)

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𝑓𝑢𝑖𝑠𝑡𝑒 𝑙𝑜 𝑢́𝑛𝑖𝑐𝑜 𝑞𝑢𝑒 ℎ𝑖𝑐𝑒 𝑏𝑖𝑒𝑛

Diciembre, 2020

MAXIMUS

Abro la mano, observo sobre la palma varias pastillas circulares de color amarillo, rosa y violeta, portan el dibujo de una carita feliz. Sin pensarlo, las ingiero y bebo de la botella de agua mineral, hasta vaciarla.

El ensordecedor sonido de la música electrónica se cuela a través de mis oídos, calando hasta mis entrañas. Mi cuerpo vibra por la amplitud de las ondas sonoras y me dejo invadir, dejándome llevar por ese ritmo hilarante, esperando ansioso los efectos del éxtasis, que no tardan en surgir. De un momento a otro, la energía se convierte en un caudal abundante y el sudor frío me recorre la espalda, mientras salto en medio de una multitud, pisoteando una y otra vez el pasto húmedo.

En medio del alboroto, un grupo de personas me invitan a pasar el rato con ellos, después de que les compartí varias pastillas de éxtasis. Los veo divertirse, regocijarse en el ambiente festivo e intento imitarlos, ser uno más, pero a pesar de la energía y la sonrisa forzada, sé que al final me hundiré en la oscuridad que ella dejó cuando se fue.

Ella ya no está y yo sigo aquí.

Todavía me niego a creerlo. Me resisto aceptar que no volveré a verla, que no volveré a escuchar su voz, que no volveré a estrecharla entre mis brazos, que no volveré a sentir la suavidad de su piel, que sus ojos nunca más se posarán en mí.

Las fiestas, las drogas y el alcohol refuerzan el bloqueo, ayudan a mantenerme alejado de los sentimientos que cada día me oprimen el pecho con más ímpetu. No tengo noción de nada mientras estoy bajo esos efectos, actúo por inercia, funciono en modo automático. Todo el tiempo es así.

Contemplo a una chica del grupo, durante un efímero segundo, establecemos contacto visual. Me acerco, dispuesto a encararla, aun sabiendo que su novio está a unos centímetros y probablemente me muela a golpes.

Lo consigo.

La chica me proporciona un empujón vociferando que me aparte, su novio intercede y me arrastra hasta el fondo del campo, donde me somete a una paliza.

☾⋆⋆⋆☽

Percibo leves toques sobre el hombro, uno tras otro. Adolorido y temblando, abro los ojos con dificultad, a causa de los rayos de sol que apuntan directo a ellos. Observo a un lado, distingo que el campo donde se realizó la fiesta clandestina está vacío y solo quedan un par de personas a lo lejos, que se ocupan de desmontar la estructura y limpiar los restos.

Del otro lado, Jude está en cuclillas mirándome con preocupación.

No entiendo que hace aquí, la última vez que lo vi fue durante el juicio, donde declararon a Irvin culpable, los chicos fueron liberados de los cargos y yo salí en libertad bajo condiciones.

—Arriba. Vámonos —me extiende una mano, ayudando a levantarme.

Ligeros temblores continúan invadiéndome, junto a la sensación de escalofríos constantes.

Efectos del éxtasis.

—¿Qué haces aquí? —cuestiono, mientras trato de estabilizarme—. ¿Cómo supiste?

Jude señala a uno de los muchachos que está acomodando.

—Es un amigo. Te reconoció y me llamó, quería evitar a la policía —explica, rápido.

Todavía no puedo creer que haya venido por mí. Debería odiarme, haberme dejado morir abandonado en medio de un descampado.

—Tengo el auto en la orilla —se encamina hacia la carretera e intento seguir los pasos, pero me veo obligado a detenerme al sentir las inevitables ganas de vomitar.

Asuntos ilícitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora