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Hogsmeade.

٭

Cuando Helena se fue de Hogwarts para las vacaciones de Navidad, lo único que quería al regresar era poder pasar lo que le quedaba de su quinto año tranquila, relajada, y que su única preocupación fueran los acumulados trabajos que cada año tenía.

Pero desde que había regresado pareciera que cada decisión que había tomado la llevaba a un problema que seguramente fuera más de lo que ella podía soportar.

Desde haber hablado con Lee Jordan y los gemelos Weasley, haber aceptado la mano de George al bajar del tren, hasta aceptar salir con él, parecían decisiones tan simples, pero que ahora le tenían revoloteando la cabeza gracias a las abruptas palabras de Tom Riddle.

Las últimas horas Helena no pudo pensar en otra cosa que no fuera Tom, y como la había increpado por su decisión de salir con George.

Sin duda no sabía cómo sentirse, era todo una mezcla de emociones que aún no podía ordenar; se sentía sumamente confundida. Pero, sobre todas las cosas se sentía molesta, molesta porque Tom creyera que tenía la influencia suficiente en ella como para decirle lo que podía o no hacer.

¿Quién se creía Tom para decirle que no podía salir con otros chicos?

Así que, si en un principio no estaba del todo segura de sí aceptar salir con George Weasley había sido la mejor decisión, ahora que Tom se lo había prohibido tan descaradamente, la idea de salir con George y desafiar las palabras de Tom no le podía parecer mejor.

—¿Por qué te arreglas tanto? —preguntó Adelaide Murton, viendo desde su cama como Helena se arreglaba el cabello de un montón de maneras diferentes—. Vas a salir con George Weasley, no con Gilderoy Lockhart.

Helena soltó una pequeña risa, mientras acomodaba su flequillo frente al gran espejo en la habitación.

—No sé porque me esfuerzo tanto —Helena soltó un suspiro—. Apenas salga el viento se llevará todo mi trabajo. ¿No existirá algún hechizo para mantener el cabello quieto?

—Si lo hubiera yo sería la primera en saberlo —respondió divertida Adelaide, bajando su mirada al pergamino que tenía frente a ella. Bufó agotada—. Ojalá hubiera un hechizo que te haga la tarea de pociones.

—Si lo hubiera yo sería la primera en saberlo —repitió con una sonrisa Helena, volteando a ver a su amiga—. ¿Vas a estar todo el día haciendo la redacción?

Adelaide negó, a la vez que sumergía la punta de su pluma en la tinta.

—Tengo que ir con Marcus a las tres escobas.

Helena la miró con una sonrisa juguetona.

—No me dijiste que tenías una cita con Marcus Flint —le cuestionó.

—No es una cita —respondió Adelaide, y sonrió al ver que ya había completado la mitad del pergamino—. Solo vamos a hablar de las estrategias para el partido.

—¿Estarán solo ustedes dos? —Adelaide asintió—. Eso suena a cita.

—No digas tonterías —Helena rio ante la mirada sería de la chica. Adelaide comenzó a doblar el pergamino y a guardar la tinta con la pluma—. Ya vamos al gran comedor, me muero de hambre.




Quizás los gemelos Weasley eran de los chicos más confiados en Hogwarts, siempre caminando por los pasillos con divertidas miradas de complicidad y regalando sonrisas coquetas por todo el castillo. Pero en ese momento George estaba hecho un manojo de nervios.

ᴏʙsᴇss ; tom riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora