»thirty-five

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El lago negro.
Parte dos

Tercer año...

Helena se quedó en silencio, prestando completa atención al líquido morado que Tom Riddle vertía sobre un pequeño caldero que tenía en su habitación.

De repente un llamativo humo de color lavanda brotó del interior del caldero, provocando que Helena mirara al chico con una gran sonrisa.

—¡Lo lograste! —exclamó feliz—. Es asombroso, es una poción que le enseñan a los de quinto. Eres muy talentoso.

Tom Riddle solo ladeó una sonrisa. No solía ser muy expresivo, pero en ese momento irradiaba una confianza y suficiencia que ni siquiera intentaba ocultar.

—No es tan complicada —le restó importancia Tom—. De seguro con práctica igual te saldrá—se quedó callado por unos segundos—... Igual eres muy talentosa.

La mirada de Helena fue directa a la suya, y una pequeña sonrisa se posó en sus labios.

—Gracias —le respondió Helena aún con una sonrisa.

La apariencia seria que Tom proyectaba le hizo pensar a Helena que era un chico frío y esquivo, pero realmente, y después de haber hablado con él por casi dos meses, podía decir que era amable y atento.

La ayudaba con las instrucciones que no entendía en Pociones, y le preguntaba si quería practicar con él después de clases, además de que, siempre que se encontraban en los pasillos se acercaba a hablar con ella de forma amigable.

Lo que aumentaba a dos su lista de "Alumnos de Slytherin los cuales no la excluían de su casa", siguiendo a Adelaide Murton.

Lo que Helena no sabía era que en realidad Tom Riddle solo se comportaba de esa manera con ella.

Tom se quedó contemplando la sonrisa de Helena; era algo extraño, pero las ganas de ayudarla o solo estar cerca de ella llegaban a él de una forma tan natural y espontánea que no le sorprendía que Terence Higgs y Theodore Nott lo molestaran diciéndole que parecía que Helena lo hubiera hechizado.

Y en momentos como esos, en los que la chica estaba sumamente cerca, y él solo podía fijarse en lo brillante que eran sus ojos verdes, y en lo radiante que se veía al sonreír, que pensaba que sus amigos podían tener razón.

—Por Merlin, mira la hora —dijo Helena mirando por la ventana, notando la oscuridad del lago—. Debería irme, mañana tenemos clases y debes descansar.

Esos eran otros de los momentos en los cuales pensaba que Helena pudo haberle hecho un hechizo, cuando decía que se tenía que ir, pero a él no le importaba si tenía que trasnochar y al día siguiente ir a clases con dos horas de sueño, con tal de que ella se quedara unos minutos más hablando con él.

—Claro, ya es tarde —era lo único que decía Tom, mientras se levantaba de la silla seguido de la chica.

Helena tomó su túnica de la cama de Tom, la cual se había sacado para no mancharla con los líquidos que usaban para las pociones.

—Nos vemos mañana —se despidió de Tom, con una última sonrisa y un movimiento de mano, antes de cerrar la puerta y dejar a Tom en completo silencio dentro de la habitación.

Tom se puso a recoger sus cosas antes de acostarse a dormir, apilando los libros a un lado de su cama, y acomodando sus zapatos a la par de estos.

Cuando estaba a punto de levantarse, un trozo de tela largo de colores verde y plata llamó su atención.

ᴏʙsᴇss ; tom riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora