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Mal día

A pesar de todas las cosas divertidas que se podían hacer si eras prefecto en Hogwarts, como quitar puntos o entrar a lugares donde los demás estudiantes no podían, Helena descubrió que también tenía cosas malas, o, mejor dicho aburridas.

En ese momento se encontraba en la sala de transformaciones, escuchando a la profesora McGonagall hablar sobre sus propuestas para evitar el uso excesivo de la magia en los pasillos, y así evitar accidentes.

Todos los prefectos parecían igual de cansados (tener toda una mañana de clases para después estar por una hora escuchando reglas y más reglas no era lo mejor), a excepción de Percy Weasley, quien asentía firme ante todo lo que la profesora decía.

Helena, por su parte, tenía la cabeza apoyada en su mano derecha, escuchando todo completamente aburrida y con sus ojos pesando cada vez más.

Tom, quien se encontraba sentado al lado derecho de la chica, empujó el brazo con el que se recargaba, provocando que ella se sobresaltara al sentir que se caía. Sonrió divertido.

—Te estabas durmiendo —se excusó al ver como Helena volteaba a verlo con el ceño fruncido.

—¿Quién no se dormiría? —bufó ella. Las reuniones de prefectos era lo único que detestaba de ser una.

—¿Tiene una consulta, señorita Tremblay? —Helena llevó su mirada al frente, la profesora McGonagall la miraba inquisitiva, y todos los demás alumnos en la sala comenzaban a voltearse hacia ella.

Rápido negó, sumamente avergonzada.

—No, ninguna.

—Bien —respondió sería —. Supongo que esto es todo por ahora. Recuerden implementar todas las medidas que hemos hablado, para que ninguna casa tenga problemas.

Todos se comenzaron a levantar de sus sillas, felices de poder irse. Penelope Clearwater se acercó enseguida a ella, y mientras salían del aula le comenzó a comentar lo aburrida y cansada que estaba de la reunión que acababan de tener.

—Juro que, si estábamos diez minutos más, me dormía —comentó en un bufido Penelope—. Pudiendo estar estudiando para los EXTASIS.

—Yo igual casi me dormí —concordó Helena. Si Tom no me hubiera empujado el brazo; pensó.

—Helena —Cedric Diggory salía del aula, llamando la atención de la pelinegra, y poniéndose frente a ella—. Se te cayó la pluma.

Helena se quedó viendo al chico algo pasmada; Helena Tremblay y Cedric Diggory habían tenido una pequeña relación en tercer año, y aunque hubiera pasado un tiempo de eso, ambos no habían vuelto a hablar desde que Cedric había terminado todo a la orilla del Lago Negro.

Aún sin tomarla, Helena se fijó en la pluma, y posó una pequeña mueca al verla.

—No es mía —contestó. Desde que tenía memoria su madre le compraba plumas con pequeños destellos dorados y un mango de oro, y la que le tendía Cedric era visiblemente de plata.

—¿Estás segura? —insistió un tanto tímido—. Vi que se caía detrás de ti...

Antes de poder responder, Helena sintió como alguien se ponía a su lado. Al mirar se encontró con Tom, el cual veía a Cedric con una mirada realmente seria.

—Ya te dijo que no era suya —le dijo Tom en un tono molesto. Estaba al tanto de que el Hufflepuff sabía que la pluma no era de Helena, ya que lo había visto sacarla de su túnica antes de acercarse a la chica.

ᴏʙsᴇss ; tom riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora