»thirty-one

1.8K 165 20
                                    

Horrocrux.

Sin dudas, Tom Riddle estaba mucho mejor que hace un par de días.

Las ojeras alrededor de sus ojos ya eran casi imperceptibles, su piel había recobrado un tono saludable, y su mirada ya no se veía completamente cansada, sino que, poco a poco volvía a tener aquel semblante firme que lo caracterizaba.

Y aquel cambio solo se podía deber a una persona: Helena Tremblay.

Los últimos días había pasado bastantes horas en la habitación de Tom, en las cuales el chico permanecía dormido gran parte del tiempo. Y, aunque Tom le hubiera jurado que descansaría, y que no tenía que perder su tiempo vigilándolo, Helena no había apartado sus ojos de él en ningún momento, e iba a ser así hasta que ella viera que volvía a ser el de antes.

A Tom le parecía que Helena se había tomado demasiadas molestias, ya que, no solo procuraba que él descansara, sino que también lo ayudaba a hacer todos sus deberes para que no se atrasara con los trabajos.

Pero, aunque le hubiera tomado más tiempo y esfuerzo el tener que hacer los trabajos de Tom, además de los suyos, a Helena realmente no le había importado mucho, mientras pudiera ayudarlo.

Conocía a Tom hace bastante tiempo, como para saber que no solía ser una persona que expresara sus debilidades tan a la ligera, por lo que, el verlo tan derrumbado y cansado el día en que la abrazó en medio del pasillo, alertó a Helena de que algo muy malo le estaba pasando, y sabía exactamente qué era.

Tom se estaba exigiendo demasiado con las artes oscuras.

Las artes oscuras es un tipo de magia que te arrebata energía tanto física como mental, y que te consume por dentro hasta obtener cada pedazo de ti.

Había que tener mucha precaución cuando se practicaba magia oscura, y sin tener un profesor que lo guiara, ni un control adecuado, a Helena no le sorprendía que Tom hubiera acabado así.

—Baja esa pluma ahora mismo —le dijo Tom a Helena, con una voz seria, pero juguetona. La chica levantó la mirada, con la pluma a escasos centímetros del pergamino—. Ya estoy mucho mejor, no tienes por qué seguir haciendo mis redacciones.

—Pero te falta terminar la redacción para Herbología, y comenzar con la de Transformaciones.

—Y las haré —le dijo Tom, caminando hacia su escritorio, y quitándole la pluma de la mano—. Deberías descansar, has hecho mucho estos días. Más de lo que te correspondía.

—Y lo volvería a hacer —le respondió Helena divertida—. Aunque no quisieras.

Tom solo rodo sus ojos, tomando los libros del escritorio, pero, al girarse para guardarlos en el baúl, una inevitable sonrisa apareció en su rostro, fuera de la vista de Helena.

Tom no había mentido aquel día, cuando había abrazado a Helena en medio del pasillo, y le había dicho que en ese momento se sentía mucho mejor, rodeado por sus cálidos brazos, y en un susurro bajo, pero lo suficientemente claro. Pero, en ese momento no sabía que después de eso se iba a encontrar aún mejor.

Los últimos días, Helena no había hecho más que permanecer a su lado, y preocuparse por él de una manera sumamente genuina. Y, aunque hubiera estado durmiendo la gran parte del tiempo en el que ella había estado en su habitación, el simple hecho de sentir su presencia a su lado había sido suficiente para él.

Tom posó su mirada en ella, mientras esta lo ayudaba a organizar las cosas en su escritorio. Helena no tenía la obligación de ayudarlo, pero, aun así, se había preocupado por él del mismo modo en el que lo hacía cuando aún estaban juntos...

Tres golpes en la puerta hicieron un eco en el silencio de la habitación. Tom, extrañado, miró la puerta, mientras Helena se dirigía a abrirla, dejando solo un pequeño trecho por el cual observar, el cual no fue impedimento para que Tom pudiera mirar hacia el otro lado.

La chica frunció el ceño de manera inconsciente. Terence Higgs se encontraba al otro lado de la puerta, mirándola con la misma expresión molesta con la cual ella lo observaba.

Helena no odiaba a Higgs, pero mentiría si dijera que le agradaba. Incluso desde antes de que ella terminara su relación con Tom, y Higgs comenzara a comportarse de manera déspota con ella, no le agradaba que él junto a Theodore Nott le hubieran enseñado los libros de artes oscuras de sus familias a Tom, ni que lo hubieran convencido de comenzar a aprenderla.

Y viendo la condición en la que Tom se había encontrado durante las últimas semanas, Helena solo afirmó que su preocupación todos esos años estaba más que argumentada.

—¿Sí? —preguntó Helena de manera casta.

—Busco a Tom —le respondió de igual manera Terence.

Antes de que Helena pudiera responder que se encontraba ocupado en ese momento, Tom abrió más la puerta, apareciendo a su lado.

Tom no pronunció ninguna palabra, solo observó con mirada inquisitiva a Terence, para que dijera lo que quisiera decir.

Terence le dio una rápida mirada a Helena; aún no descartaba que la chica pudiera arruinar todo lo que habían avanzado si escuchaba más de lo que debía, y lo que tenía que decirle a Tom era algo que estrictamente tenía que quedar entre ellos.

—Encontré algo que te puede interesar —le dijo a Tom. Volvió a darle a Helena una rápida mirada—. Algo al mismo nivel de algo de lo cual huyen las arañas.

Helena se había perdido en lo último, pero Tom había comprendido al instante. Terence Higgs había hecho una mención al basilisco.

Hace varios meses habían leído en un libro que las arañas tenían al basilisco como un enemigo mortal, y Terence había usado eso para despistar a Helena.

En ese momento fue Tom quién le dio una mirada a la chica. Si lo que Terence insinuaba era cierto, no quería que Helena lo escuchara.

Helena levantó su mirada hacia él. Conocía aquella mirada en Tom tan bien, que deseo no hacerlo. No quería que estuviera ahí, eso era claro.

Suspiró, y fue en busca de su libro de Herbología. Al regresar, miró por última vez a Tom.

—Te veo mañana en el desayuno —le dijo, a lo cual Tom asintió.

Helena pasó por un lado de Terence Higgs sin ni siquiera dirigirle la mirada, ignorándolo por completo. Sin duda, si su madre la hubiera visto haciéndole ese desplante al hijo de los Higgs, la hubiera regañado por esa actitud tan poco educada, pero no podía fingir simpatía hacia él.

A medida que iba caminando por el pasillo, su preocupación por Tom crecía. No sabía que iba a decirle Higgs, pero lo último que le había intentado ocultar Tom había sido el hecho de que practicaba magia oscura, por lo que, si era algo mínimamente similar a eso, sabía que Tom no iba a estar bien.

Sin embargo, sabía que Tom era un chico increíblemente maduro e inteligente como para evitar volver a caer en otro lío así.

Helena debía confiar en que Tom sabía lo que estaba haciendo.

Por otro lado, Tom dejó pasar a Terence, esperando a que le dijera lo que había descubierto.

Terence lo miró. No sentía que debía disculparse por la pelea que habían tenido unos días atrás, porque seguía pensando todo lo que le había dicho a Tom.

Pero, tenerlo de aliado pesaba mucho más como para simplemente dejarle de hablar. Por lo que, había encontrado algo que haría que Tom finalmente dejara todo de lado, para poder concentrarse únicamente en lo que tenían planeado.

—¿Has oído hablar de los Horrocrux? —le preguntó Terence.

ᴏʙsᴇss ; tom riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora