»thirty-eight

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Nuevo comienzo.

Helena Tremblay miraba a los peces nadar en el lago negro a través de su ventana, acostada en su cama boca arriba, con ambos brazos a su costado. Eran, posiblemente, las doce de la noche y no podía conciliar el sueño; no sabía por qué, ya que, el día anterior se había ido a dormir a las 4 de la madrugada debido al patrullaje, y su tarde había sido muy agotadora debido a lo ocurrido con Hermione Granger (una alumna de cuarto, de Gryffindor), la cual había sido petrificada.

Pegó un suspiro. No entendía por qué no podía conciliar el sueño, pero sentía una sensación extraña recorriendo todo su cuerpo.

Como si algo no estuviera bien...

Tres golpes en su puerta hicieron que se sobresaltara. Rápido levantó la parte superior de su cuerpo, y miró hacia la puerta. Nuevos golpes resonaron en la habitación. Esta vez se levantó del todo de su cama, y caminó hacía la entrada, extrañada.

Giró el pomo de la puerta, abriéndola titubeante.

—¿Quién está molestando a esta hora? —preguntó Adelaide Murton detrás de ella, con voz somnolienta.

Helena se encontró con Tom Riddle al otro lado de la puerta, el cual estaba cubierto por su túnica, con una expresión seria.

—El profesor Snape dijo que nos necesitan en el despacho de Dumbledore —le dijo el chico, antes de que le pudiera preguntar qué hacía allí a esas horas de la noche—, quiere a todos los prefectos ahí.

Helena asintió, aún un poco confundida, y fue por su túnica para poder cubrir el pijama rosa que llevaba.

—Voy al despacho de Dumbledore —le comunicó a Adelaide—. No sé a qué hora regresaré.

—No olvides contarme el chisme cuando regreses —le respondió la rubia, para después seguir durmiendo.

Helena siguió a Tom a través de los pasillos, la última vez que hablaron no había terminado bien, y las circunstancias lo hacían notar, ya que, ninguno de los dos había hablado en todo el trayecto.

Cuando estuvieron ante la estatua de una gárgola en el tercer piso, Tom dijo la frase que le indicó Snape que dijera, dejando ver una gran escalera de caracol, por la cual subieron.

Al llegar al despacho del director, la confusión de Helena aumentó; además de todos los prefectos y jefes de las demás casas, de igual manera se encontraban Anthony Rickett y Malcolm Preece, los cuales estaban junto a Maxine O'Flaherty, intentando consolarla.

—¿Qué pasó? —preguntó Helena de manera inconsciente, al ver el estado de Maxine.

Apenas escuchó su voz, la chica de Hufflepuff levantó rápido su rostro, y corrió hacia ella, lanzándose a sus brazos, mientras lloraba sobre su pecho.

—Lo atacaron —dijo Maxine, sollozando—. Atacaron a Cedric.

Helena levantó la mirada hacia los chicos de Hufflepuff, los cuales miraban con ojos tristes a su amiga, mientras sostenía a Maxine en sus brazos.

—Pero Madame Pomfrey dijo que las mandrágoras estaban a punto de madurar, solo hay que esperar a que haga la solución con las raíces, y se pondrá bien —dijo Helena, intuyendo que Cedric había sido petrificado, al igual que Hermione Granger esa tarde. Sin embargo, ninguna de las personas que se encontraban en el despacho confirmó lo que había dicho, por lo que, sus ojos se desviaron rápidamente hacia la profesora McGonagall, buscando su apoyo.

—Lamento decir que, en esta ocasión las raíces de mandrágora no podrán hacer efecto... —dijo Minerva McGonagall, con una voz triste, intentando hablar con delicadeza.

ᴏʙsᴇss ; tom riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora