Si algún día Leonid había soñado en irrumpir en los aposentos de un cortesano, definitivamente este no era el modo en el que quería hacerlo. Quizá habría pensado en alguna forma triunfalmente estúpida de entrar en los aposentos de Oleg Sutulov, como a Sergéi se le habría ocurrido. Tal vez él habría caído dentro a través de la ventana, Dios sabe cómo.
Sin embargo, ahí estaba: dirigiéndose a los aposentos del futuro marido de su antigua prometida. Dios, qué raro decirlo así. Solo era un noble más.
Una potencial víctima más, dijo algo en lo profundo de su mente. No le gustaba en lo que se estaba convirtiendo. Quizá después del Baile podría decir que quería dejar el grupo y afrontar su muerte inminente. Era preferible eso a que en algún momento le obligaran a terminar con algún ser querido. Sergéi. Nadya. Zoya.
Era demasiado.
Escuchó una risita a su lado mientras se dirigía a los apartamentos del señor Sutulov, lo cual hizo que volviera la cabeza a la adolescente que la había soltado. Había olvidado que a los ojos de la gente él no era un desalmado, y ahora las señoritas solteras lo buscaban como acompañante para el Aniversario. Algo en su interior deseaba volver a esos años en los que no sabía nada de los oscuros secretos que escondía la Corte.
Divisó a la criada que necesitaba junto a la puerta de las habitaciones de Oleg. Parecía un acto desesperado —y Leonid lo creía con fervor—, pero Deznev había extendido el grupo a más personas. Quizá había escuchado el consejo del joven y por ello había unido a una sirvienta que sabía las horas en las que los cortesanos no estaban presentes en sus dormitorios. El viejo estaba nervioso, y todos pudieron notarlo cuando lo único que pidió fue que registraran habitaciones y buscaran algo que pudiera relacionarles con la carta que supuestamente era de Charlotte de Langlois.
—Ha ido a la ciudad hace una hora —le susurró Vera Shadova, la anciana sierva que le esperaba—. Mi ama también estaba fuera la última vez que fui, así que también podéis registrar su habitación.
—Vaya avidez de chisme, Vera. ¿Quién es tu ama?
—La señorita francesa.
Dios, Charlotte tenía serios problemas con la servidumbre. Aún estaba en su mente el momento en el que había cortado la garganta de Nelli Smirnova, la antigua criada de la señorita de Langlois. Ella había estado dispuesta a traicionarla, y aún así no podía estar seguro de si lo que decía era verdadero.
Y él le había rebanado la yugular en retribución. Vera no parecía entender que el joven flacucho con aspecto tan inocente frente a ella era capaz de hacer tales atrocidades. De ser así, de seguro habría tenido una expresión mucho más atemorizada.
Las blancas puertas se abrieron para dejarle entrar a los aposentos de Oleg Sutulov. La criada echó un vistazo al interior de la habitación con ojos chismosos, solo para encontrarse con un desorden bastante notable.
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Los grandes © [DNyA #1]
Historical FictionCharlotte quiere ser libre. Es una pena que los que pelean por la libertad quieren matarla. 1789. Con el estallido de la ahora llamada Revolución Francesa, la familia de Charlotte de Langlois escapa a Inglaterra, intentando evitar la muerte segura q...