Sergéi aún no se quitaba el vodka de la ropa. No se acercaría a sus aposentos hasta entrada la noche, temiendo que Nadezhda estuviese presente en ellos, esperándole para recibir la información que su primo había evitado contar.
Los jardines eran un buen lugar para evitarla. De todos modos, ella ni siquiera podía salir por la herida de su brazo.
El frío aire invernal azotaba su piel, pero su grueso abrigo le protegía de este. Estaba sentado al borde de una fuente mientras algunas damas de la Corte murmuraban su nombre acompañado del comentario es el hijo del conde Bezpálov.
Eso solo terminaba por recordarle la gran reputación de su padre, y la no menor de su descendencia. Aleksánder Bezpálov, el héroe militar... y su hijo medio imbécil.
En eso, escuchó un qué deshonra por parte de las nobles. Parecían leerle la mente.
No obstante, el joven no les culpaba. Su familia se veía como un desastre. El patriótico noble con una esposa muerta, una hermana que perdió la cordura, una sobrina sin filtro alguno sobre sus emociones y un hijo con complejo de idiotez en su máxima expresión. Oh, su abuelo debía de estar revolviéndose en la tumba. En esa situación, Sergéi agradecía que él estuviese muerto y que el conde se encontrara peleando en la guerra.
Los jardines del Palacio le resultaban agradables a la vista. La nieve de una blancura inmaculada le brindaba calma.
Y en un segundo, esa calma terminó al recordar lo que había mencionado la señorita Ananenko. ¡Joder, Leonid se va a casar!
Con el paso de las horas, había comenzado a asimilarlo, aunque de igual modo sonaba inverosímil. Él debía de estar feliz, y Sergéi tenía que alegrarse por su amigo, aun cuando solo le recordaba que a ese paso quedaría como un solterón sin esperanza de amor. ¡Viva!
—¡Señor Bezpálov!
La exclamación rasgó el frío aire, y la mención de su apellido hizo que Sergéi levantara la vista hacia aquella voz femenina.
Una cabellera rubia figuró ante sus ojos sobre un abrigo amarillo pastel. La dama se acercaba con velocidad, y solo le dio tiempo al joven de enderezar su espalda y quitar su expresión ausente. A pesar de la seguridad de sus pasos, el rostro de la chica denotaba cierta timidez y desconfianza.
—Señorita de Langlois —murmuró, levantándose y haciéndole una pequeña reverencia.
Ella correspondió al saludo con una inclinación y se sentó a su lado sin decir palabra. En su mirada verde se reflejaba el paisaje frente a ella, aunque en sus ojos adquiría un bello misticismo.
—Señorita... —comenzó él.
Con un gesto, le calló. Le resultaba extraño tenerla a su lado, mas no era desagradable. Se sentía raro que estuviese allí sin la compañía de Leonid, ahora que estaban... comprometidos. Incluso pensarlo le era incómodo.
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Los grandes © [DNyA #1]
Ficción históricaCharlotte quiere ser libre. Es una pena que los que pelean por la libertad quieren matarla. 1789. Con el estallido de la ahora llamada Revolución Francesa, la familia de Charlotte de Langlois escapa a Inglaterra, intentando evitar la muerte segura q...