Zoya había desaparecido por completo de la Corte. Y sin la seguridad que le brindaba, Charlotte se sentía cada vez más solitaria en la lucha contra sus dudas.
Debía cumplir lo que le había mandado su madre para acabar con el infierno desatado en su mente, pero aún no estaba lista para realizarlo en el mundo real. Caos, destrucción, muertes. Al menos eso le había traído la irrupción a Versalles de parte de la plebe. ¿Qué les depararía el futuro a los rusos si la señorita de Langlois asesinaba a la Emperatriz?
Se encontraban en guerra. Sangre. Violencia. Ella había pasado por lo mismo tres meses atrás, claro. ¿Tendría que obligarles a sufrirlo?
¿Había alguien más intentando matar a la Emperatriz? Lo más importante, ¿sabrían que ella también deseaba hacerlo?
No, debía alejar esos pensamientos. Meditar demasiado sobre ello solo le llevaría a la indecisión. En ese momento tenía que encontrar a Zoya. Sentía que, sin la protección que ella le brindaba —la cual por momentos le recordaba a una amistad—, era vulnerable. ¿Volvería a atacarle el señor Vyrúbov?
El cielo en el exterior ya se había oscurecido, pero las cortinas aún no habían sido cerradas. ¿Dónde se encontraba Nellya? No le había visto desde la mañana, y ya comenzaba a preocuparle. Lo normal habría sido que su baño estuviese ya preparado para los eventos nocturnos, y su cama lista para recibirla posterior a asearse. No obstante, nada estaba listo. Por un momento le recordó al tiempo en el que vivió en Inglaterra.
Tenía que tener una explicación coherente. Ya vendría. Mientras pensaba en esto, la joven salió al pasillo, con la mirada observando a su alrededor en busca de Zoya.
—¡Señorita de Langlois! —chilló con emoción una voz femenina que no logró reconocer.
Volvió su cabeza hacia la voz, solo para ser sorprendida por una joven dama con aires de adolescente. Su vestido de vibrante amarillo resaltaba el llameante anaranjado de su cabello, y sus ojos grises tenían un aire alegre y vivaz. En sus movimientos se notaba cierta debilidad en uno de los hombros. Charlotte conocía esas facciones, pero no podía recordar de dónde provenía tal memoria.
—¿Qué es lo que precisáis, señorita? —preguntó con cortesía, avergonzada de no poder rememorar el nombre de la chica.
—Oh, es cierto, solo me habéis visto en vuestro primer baile ruso. Mi nombre es Nadezhda Ulianova.
—Yo soy Char...
—¡Claro que sé quién sois, señorita! —exclamó con energía— He esperado este encuentro por bastante tiempo.
—Señorita Ulianova... —reflexionó por un momento— Esperad. Sois la prima del señor Bezpálov, ¿no es verdad?
—Oh, claro que sí, aunque la mayoría del tiempo sus imbecilidades me hacen desear lo contrario. Hemos hablado bastante sobre vos, y tengo mis ganas de conoceros guardadas desde el baile. Y, ahora que se acerca uno de los más importantes del año, podéis confiar en mí para guardar secretos.
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Los grandes © [DNyA #1]
Ficção HistóricaCharlotte quiere ser libre. Es una pena que los que pelean por la libertad quieren matarla. 1789. Con el estallido de la ahora llamada Revolución Francesa, la familia de Charlotte de Langlois escapa a Inglaterra, intentando evitar la muerte segura q...