XLV: Enfrentarse a problemas en un duelo en la madrugada... muy dramático

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Sus ojos grises se encontraron con los de ella

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Sus ojos grises se encontraron con los de ella. No, suplicó la joven sin decir nada. No hoy. No ahora. No tú.

Pero ya era tarde. El vestido de Lottie estaba empapado en sangre, y el hecho de estar casi pisando el cadáver aseguraba su culpabilidad. No habría sido creíble mentir diciendo que era obra de la menstruación.

Su mirada tormentosa reflejaba todo lo que Charlotte temía. Miedo. Asco. La sensación de haber sido engañado y traicionado. ¿Alguna vez volvería la cabeza hacia ella de nuevo? No tenía caso responder esa pregunta, pues para ese entonces ella ya se podría dar por muerta.

—¿Charlotte? —logró murmurar—. ¿Char? ¿Qué está pasando?

Sintió una punzada de dolor al escuchar el sobrenombre por el cual la había llamado. ¿Cómo podría explicarse? No quiero hacer esto, pero es lo único que puede devolverme mi antigua a costa de la tuya, buenas noches. No. No quería ganarse su odio. De todos los nobles de la Corte, quizá era el único cuya opinión sobre ella de verdad le preocupaba.

Había sido su culpa desde un principio. Sabiendo el desenlace de su triste aventura, ¿por qué se había dignado entablar amistad con el resto de los cortesanos si no era por mera conveniencia?

Pero ya era tarde. Él hablaría. Podía confiar en Zoya para guardar el secreto, pero aún no podía decidirlo en cuanto al señor Bezpálov. De todos modos, ya había matado a un hombre esa noche... y no había sido tan difícil como había pensado, a pesar de los escalofríos que recorrieron su piel al reflexionar sobre ello. Las personas eran demasiado frágiles bajo el filo de una daga, y en ese momento solo la gravedad se convertía en la fina línea entre la vida y la muerte.

—Yo... —musitó. Su voz temblaba, y señalaba la amenaza de estallar en llanto frente al ruso—. No lo entiendes. Es muy...

—Estoy cansado de que la gente me diga que no puedo comprender, sin siquiera recibir una explicación, como si fuese un niño pequeño. No soy tan imbécil como todos creen, y pensé que tú habías visto algo más que... —carraspeó, interrumpiéndose—. No importa. Si te preguntabas si ignoraba el hecho de que mi mejor amigo es un sicario de la Corona, no lo hago, y sé que tú tampoco. Les he visto en el jardín. Si me dieras una oportunidad para entender lo que estás haciendo, podría ayudarte. No quiero dejarte sola.

Un sicario de la Corona. ¿Así que eso es lo que era el señor Vyrúbov? ¿Cómo había sido tan ciega como para no darse cuenta de que todos allí guardaban secretos, y no solo ella? Dudaba de que el señor Bezpálov escondiera algo tan peligroso como eso, pero debía dejar de confiar en las apariencias. Todos podían acuchillarle por la espalda. De todos modos, solo había conocido a aquellas personas por poco más de un mes, ¿por qué se había dignado depositar su confianza en ellas? Su madre habría estado decepcionada.

—¿Incluso cuando me veo así? —murmuró, bajando la mirada a sus zapatos de seda ensangrentada.

—No eres así. Digo, nunca te he visto cubierta con la sangre de un anciano decrépito en un vestido de gala, así que esa no puedes ser tú. He conocido una parte de ti estas semanas y, por muy pequeña que sea, con ella puedo saber que tú no eres así. Dímelo, Charlotte, y te ayudaré a lidiar con esto. Sé cómo se siente no poder contarle a alguien cuando ni siquiera te valoran.

Los grandes © [DNyA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora