Sergéi había tenido dos palabras en la punta de la lengua durante toda la velada. Cuando por fin se había atrevido a decirlas, Charlotte de Langlois se esfumó de su vista.
Quiero cortejarte.
¿Se habría ido por algo importante, o solo le había dicho una pequeña mentira para deshacerse de su compañía? Sea lo que fuere, ella parecía angustiada, y sabía que la culpa no era de él. Había notado en sus ojos verdes la preocupación por varios días, aunque no pudo descifrar la razón.
La ausencia de la francesa se había hecho notar con tan solo unas notas de la pieza que comenzaban a tocar los músicos. Las parejas se deslizaban a su alrededor al compás de la melodía, mientras él, solitario, empezaba a sentirse estúpido. Divisó a Nadya lanzándole miradas coquetas a un sirviente moreno, a falta de un acompañante en el baile.
Y Leonid... No, le había visto hace un momento con la señorita Ananenko, aunque no podía decidir si estaban discutiendo o a punto de besarse. Considerando el pasado entre ambos, las dos posibilidades eran igual de probables. Era como si volvieran atrás en el tiempo, y su separación nunca hubiese ocurrido.
Sin embargo, cuando escrutó la multitud en busca de la pareja, solo se encontró con los ojos azules de Zoya, plantada en medio de la sala con el vestido de luto destacando entre los colores pasteles del resto de los cortesanos. Parecía desconcertada, como si la hubieran dejado plantada de un segundo a otro sin previo aviso. Observaba a Sergéi con un rictus de desagrado en los labios, pero su mirada era lejana. No, no era al señor Bezpálov a quien miraba.
Un empujón en su hombro le distrajo. Si no hubiera sido alguien cercano, no le habría mirado dos veces. Pero su amigo era inconfundible para él.
—¿Adónde vas, Leonid? —le detuvo, agarrando la manga izquierda de su traje como un niño lo haría con su padre.
—Suéltame, ahora vuelvo. Es importante.
—Oh, ya sé lo que consideras importante. ¿No se supone que Oleg Sutulov era a quien buscabas? ¿No ibas a divertirte hoy? ¿No que querías actuar como si tuvieras una vida normal esta noche?
—Escucha, después de hoy ya no lo haré. Ya no me importa si muero o no, pero esto es serio. Es lo último que debo hacer.
—Más te vale que no dejes a Nadya coqueteando con criados a falta de un acompañante que esté dispuesto a bailar con ella.
Al rubio se le escapó una sonrisita. Se sacudió la mano de su amigo de encima, empeñándose en seguir su camino.
—¿Qué es lo que debes hacer? —preguntó Sergéi, haciéndole parar nuevamente.
—La señorita de Langlois está implicada en todo esto.
—Eso es imposible...
Antes de que hubiera podido decirle algo para entrar en razón, el señor Vyrúbov se había esfumado, tal como lo había hecho Charlotte unos minutos atrás. Era obvio, ¿verdad? ¿Por qué ella estaría confabulada con nada menos que Oleg Sutulov para asesinar a la Emperatriz, cuya muerte no le traería ni fortuna ni desgracia? Ella no era una persona temeraria como para ejecutar una misión imposible como esa solo por el hecho de ser capaz. Si fuera el caso, habría pensado en alguien como Zoya Ananenko para matar a un diplomático de importancia. Pero esa francesa no.
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Los grandes © [DNyA #1]
Fiction HistoriqueCharlotte quiere ser libre. Es una pena que los que pelean por la libertad quieren matarla. 1789. Con el estallido de la ahora llamada Revolución Francesa, la familia de Charlotte de Langlois escapa a Inglaterra, intentando evitar la muerte segura q...