Los ojos de Nadezhda brillaban al salir de su cuarto por primera vez. Por fortuna, su vendaje no se notaba bajo el vestido, por lo que nadie sabría sobre el accidente que había tenido si se ignoraba la molestia que persistía en su hombro.
—Creo que no volveré a pisar mis cuartos después de esto —sonrió, su mirada gris tintada de alegría.
A pesar de que el médico solo había autorizado una movilidad muy reducida, no había esperado más que la compañía de su primo para escapar de sus aposentos. No, la Corte Rusa no se encontraría a salvo de los chillidos de esa adolescente durante este invierno. Nadezhda Ulianova estaba a punto de estallar en su máxima intensidad.
Todo había sido calma hasta ese día. Bueno, casi todo. Nadya perturbaría la paz al fin, y a ella le encantaba.
—¡Vamos, Seryozha! —exclamó, tirando de la manga de su primo como cuando hacía cuando tenía diez años y el rostro de él estaba lleno de pústulas—. La Temporada no dura para siempre, ¿sabes?
Gracias a Dios es así. Al final de todo, ellos terminaban humillando el apellido que compartían, a pesar de que ella no lo tuviese como el primero. Nadya era intensa, Sergéi no era bueno con la coordinación y ambos dejaban en vergüenza a sus padres como si fuesen molestos niños pequeños.
Y Sergéi no soportaba a su prima por un tiempo prolongado. La sentía como una hermana pequeña y le profesaba amor como a una, pero a veces necesitaba un descanso de sus chillidos y sus dramas intentando incluirse en los chismes de las cortesanas de su edad.
No dura para siempre. ¿Qué harían después de tomar caminos separados?
Él se iría de vuelta a Moscú y Leonid se quedaría en San Petersburgo. Sin embargo, su mejor amigo se veía diferente, como si al fin los actos que había cometido le alcanzaran. Lo conocía demasiado bien, y sabía que se derrumbaría cuando se quedara sin poder contarle a nadie.
¿Y Zoya? No, la señorita Ananenko ya no ocupaba un lugar tan especial en sus pensamientos. Por un momento, le preocupaba más el estado mental de Leonid Vyrúbov.
Los pasillos se encontraban en sorprendente silencio. Quizá era porque Sergéi se había levantado a su hora acostumbrada; tres horas más tarde que el resto de la Corte. No obstante, él conocía la sensación que se respiraba. Era como si un velo de muerte hubiese cubierto la atmósfera del palacio; el mismo que había estado presente sobre la casa de los Bezpálov tras el fallecimiento de su babushka.
Por favor, quienquiera que sea, que no lo haya matado Leonid. Se sorprendió a sí mismo pensando eso. El señor Vyrúbov solía ser suficiente para contener sus remordimientos, y por lo general su mejor amigo no se metía en sus asuntos. Sin embargo, había transcurrido ya casi un año desde que él le había confesado que había matado a un conspirador, y el peso de quitar vidas comenzaba a repercutir en su cuerpo. De seguro era preocupante.
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Los grandes © [DNyA #1]
Historical FictionCharlotte quiere ser libre. Es una pena que los que pelean por la libertad quieren matarla. 1789. Con el estallido de la ahora llamada Revolución Francesa, la familia de Charlotte de Langlois escapa a Inglaterra, intentando evitar la muerte segura q...